Sexo y erotismo
Excéntrico

Otras curiosidades sexuales de los emperadores chinos

Poder, sexo, religión y arte.

Por Alberto Lettieri, especial para NOVA

Ya adelantamos en esta columna algunas “curiosidades” de la vida sexual de los emperadores chinos del “Reino del Medio”, recopiladas en la crónica oficial denominada “Historia Salvaje”. Desarrollaremos ahora algunas más, no menos interesantes.

El último heredero de la dinastía Yuan, Yuan Shundi (1320-1370), manifestó a lo largo de su vida un marcado interés por las prácticas sexuales. En su caso, se destaca la pretensión de vincularlas con una espiritualidad trascendente.

Apasionado creyente el budismo tibetano, Yuan encontró la síntesis perfecta entre sexualidad y espiritualidad en la práctica del tantra. De este modo, las frecuentes ceremonias religiosas que se esforzaba por organizar en su corte consistían esencialmente en frenéticas orgías, justificadas bajo el manto de su devoción religiosa.

Tal como fue común en las sociedades medievales, regía en China una práctica similar a lo que se llamó en Occidente “derecho de pernada”, que disponía que las mujeres que contraían matrimonio debían pasar la noche de bodas con el emperador, para de este modo abonar la representación social que adjudicaba al líder, la paternidad de los hijos de toda la comunidad.

Yuan, devoto confeso, no ponía objeciones para el cumplimiento del deber que le imponían las tradiciones. En síntesis, fue un jefe de Estado que consiguió combinar con maestría deber y placer, sin transgredir los mandatos sociales y legales vigentes.

Muy diferente fue el comportamiento de Ming Wuzong (1492-1521), monarca de la Dinastía Ming, quien evidenció muy escasa preocupación por respetar las normas y las tradiciones. Para dar rienda suelta a sus fantasías e inclinaciones, Wuzong decidió construir un edificio muy particular, denominado “La Casa del Leopardo”, en la que se dedicó a adiestrar a estos felinos y a desarrollar una activísima vida sexual con jóvenes de ambos sexos.

Entre sus prácticas favoritas se contaba la violación de las damas de honor de la Corte, ya que le apasionaba vencer la resistencia que pudieran oponerle, y a menudo las obligaba a practicar la zoofilia con animales de diversas especies.

Su sucesor fue Ming Shizong (1522-1566), quien continuó con las prácticas Wuzong, aunque existe controversia respecto del fomento de la zoofilia. A medida que pasaban los años, este monarca comprobó cierta declinación en su desempeño sexual, por lo que decidió aceptar los consejos de un médico mago, que le preparó un compuesto vigorizante cuya base era la sangre de la primera menstruación de 49 niñas.

Este compuesto, que debía administrarse por vía oral, tuvo un efecto sorprendente, ya que –según relatan las crónicas- le permitió acostarse con 10 mujeres en una sola noche.

Una vez repuesta –e incrementada- su capacidad sexual, Ming Shizong decidió optar por la monogamia con su consorte favorita. Sin embargo, esta no fue una decisión feliz en términos de su propia seguridad, ya que el resto de sus concubinas interpretaron esta determinación como un desprecio, por lo que se reiteraron las escenas de celos y las conspiraciones contra ambos, que en varias ocasiones los pusieron al borde de la muerte.

Ya en las postrimerías de la monarquía china se registra la historia de Cixi (1835-1908), la “Emperatriz Viuda”, tía-abuela del último emperador de China. Cixi fue quien detentó mayor poder en el tramo final del Imperio Chino, bajo la Dinastía Qing, pero también puede ser reconocida por algunas curiosidades de su vida sexual.

Cixi tenía a su servicio a Andehai, un eunuco de inusual inteligencia y capacidad estratégica, al que rápidamente convirtió en su concubino. Los historiadores han puesto en duda de que Andehai realmente fuera un eunuco, recogiendo las sospechas y crónicas de sus contemporáneos. Sin embargo, la relación no se extendió demasiado, ya que fue asesinado a los 25 por una conspiración de la nobleza, descontenta con la influencia que ejercía sobre la Emperadora.

Cixi tenía una particular inclinación por la ópera china, puntualmente sobre aquellas obras con alto contenido erótico. Una de las distracciones preferidas por la emperatriz consistía en convocar a palacio a los actores y desplegar sus fantasías sexuales a partir del guión que representaban.

Poder, sexo, religión, arte. Una síntesis que caracterizó a menudo a los poderosos, en todo tiempo y lugar.

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