
El cristinismo, fiel a su manual de victimización y circo callejero, vuelve a ensuciar las calles de Buenos Aires con una movilización en apoyo a la corrupta Cristina Fernández de Kirchner.
#Ahora
— Juan Alonso (@jotaalonso) June 17, 2025
Los gobernadores en la sede del PJ. No se descarta que la movilización de mañana a las 10 pueda realizarse desde Constitución cerca de la casa de CFK hacia la Plaza de Mayo y la Casa Rosada. pic.twitter.com/2bhk2v8cN7
Las coordenadas de este nuevo show de llanto y banderas todavía no están claras, pero se rumorea que podrían plantarse frente a la Casa Rosada, como si bloquear el centro porteño fuera a borrar el fallo de la Corte Suprema.
La condenada, lejos de asumir su responsabilidad, sigue alentando a sus fieles desde el balcón, alimentando un relato de persecución que ya nadie compra fuera de su burbuja de fanáticos.
Esta marcha, que promete ser otro despliegue de micros alquilados y militantes rentados, no es más que un intento desesperado por mantener viva la imagen de una líder que se va por el inodoro.
La consigna “Vienen por ella, vamos con ella” no es más que un grito de guerra de una facción que se niega a aceptar que la impunidad tiene fecha de vencimiento.
La Policía Federal, bajo el mando de Patricia Bullrich, ya está en alerta, y con razón. Las movilizaciones bajo el manto de la chorra nunca fueron un picnic pacífico: los enfrentamientos, cortes de calle y destrozos son su marca registrada.
La Casa Rosada, si termina siendo el destino, estará blindada, porque nadie quiere repetir los desmanes de marchas anteriores, como la del 12 de marzo, que dejó heridos y detenidos.
El peronismo, o lo que queda de él, parece disfrutar de este caos autoinfligido, mientras los ciudadanos, hartos de piquetes, solo quieren llegar a sus trabajos sin tener que esquivar a los peronchos.
¿Y qué pasa con las otras convocatorias?
La novela kirchnerista dio un giro de última hora: finalmente, la yegua no tendrá que presentarse en Comodoro Py, ya que el Tribunal Oral Federal 2 le concedió la prisión domiciliaria, evitando el bochorno de una foto suya entrando a los tribunales.
Los micros que iban a venir desde el norte, cargados de militantes para montar el show, ahora no saben si seguir rumbo a Buenos Aires o quedarse en el camino.
Mientras tanto, la marcha de los jubilados, esa protesta semanal que ya es parte del paisaje porteño, sigue en pie para mañana miércoles, aunque algunos sectores evalúan sumarse al llanto por la corrupta en Plaza de Mayo en lugar de su habitual reclamo en el Congreso.
También estaba previsto un “abrazo” al Hospital Garrahan, pero, en un alarde de oportunismo, se pospuso para el jueves, dejando claro que todo se subordina a la performance cristinista. La ciudad, una vez más, queda rehén de estas convocatorias que mezclan reclamos legítimos con la eterna victimización de una expresidenta condenada.