Política
Entre el gesto simbólico y silencio estratégico

VIDEO | ¿Un 25 de Mayo bien cipayo? Milei busca sacar el patriotismo festivo

Mientras Javier Milei planea vestirse de granadero para conmemorar la Revolución de Mayo, especialistas denuncian una política de entrega que subordina la soberanía nacional a intereses extranjeros, desde la pesca hasta la economía.

Mientras el prescindente Javier Milei prepara una puesta en escena con tinte militar para el 25 de Mayo, crecen las alertas por una política exterior que, lejos de honrar la independencia, favorece intereses de potencias extranjeras en áreas clave como la pesca, los recursos marítimos y la soberanía territorial.

En el marco del 215° aniversario de la Revolución que encendió la llama emancipadora del continente, su simbología patriótica parece rendir más culto al poder que a la soberanía. En una jornada cargada de gestos institucionales como, el tradicional Tedeum en la Catedral Metropolitana y el cambio de guardia del Regimiento de Patricios, el mandatario estaría considerando sumarle una puesta en escena personal: vestirse como granero.

Según reveló el periodista Eduardo Feinmann, Milei habría expresado su deseo de lucir el uniforme de granadero para la ocasión. El dato, aunque no confirmado oficialmente, habría surgido de fuentes cercanas a la Casa Militar. "Le habría contado a un general importante que querría ponerse el traje de granadero para el 25 de mayo", señaló Feinmann, quien aclaró que incluso algunos asesores presidenciales le sugirieron no hacerlo, para evitar el inevitable ridículo público.

A las 9 de la mañana, el Gobierno convoca a la ciudadanía a llevar su bandera argentina y participar de los actos en Plaza de Mayo. La misma plaza donde, hace más de dos siglos, el pueblo enfrentó al Virrey Cisneros y exigió el primer gobierno patrio. Hoy, esa misma plaza verá a un presidente autodefinido como "libertario" coquetear con trajes imperiales mientras aplica un programa económico diseñado, más que en Buenos Aires, en oficinas del extranjero.

Porque mientras Milei planifica su puesta en escena militar, voces como la del especialista en soberanía y pesca César Augusto Lerena advierten sobre una realidad más profunda y preocupante: la entrega progresiva del Atlántico Sur y sus recursos a intereses foráneos. En palabras suyas: “Es hora de que las decisiones las tomen los argentinos en la Argentina”.

Lerena, presidente del Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (Cespel), sostiene que la política pesquera y de defensa nacional parece dictada desde potencias como Reino Unido, España, Estados Unidos e incluso China. La crítica no es menor: mientras se celebra una independencia que alguna vez se definió como ruptura con "toda dominación extranjera", la actual administración cede terreno —literal y simbólicamente— a poderes económicos que se apropian de nuestros mares, nuestros recursos y nuestro futuro.

No es un tema menor. Como recuerda Lerena, en 1813 nuestros próceres ya tenían clara la amenaza externa. El Himno Nacional, aún en su versión original, hablaba de “fieros opresores” y “altivos leones ibéricos” doblegados por el brazo argentino. El acta de 1816 modificó su juramento para incluir no solo la independencia de España, sino de “toda dominación extranjera”. Sin embargo, más de dos siglos después, el modelo económico del gobierno nacional contempla abrir la pesca nacional a flotas extranjeras, eliminar regulaciones y otorgar ventajas impositivas que desalientan la producción local.

Todo esto bajo una narrativa de “libertad” que parece olvidar que, sin soberanía económica, no hay independencia posible.

Por si fuera poco, desde 1976, España explota ilegalmente nuestros recursos pesqueros en aguas cercanas a Malvinas. El Reino Unido, por su parte, mantiene una ocupación militar sobre el archipiélago desde 1833. A pesar de eso, el Gobierno Nacional no ha delineado una política clara para recuperar ni los recursos ni la autoridad sobre esa porción del territorio. Más aún, los marcos regulatorios propuestos —como la Ley de Bases— permitirían que buques extranjeros operen libremente en nuestra Zona Económica Exclusiva.

Pero este proyecto “bananero”, como lo califica Lerena, va más allá de lo normativo. Se trata de una orientación general que —entre discursos patrióticos y recreaciones teatrales— socava la industria nacional, debilita el control marítimo y profundiza la dependencia.

Así, mientras el presidente agita la bandera y se prueba el uniforme, el país retrocede en soberanía, como si nada se hubiese aprendido de aquella Revolución de Mayo.

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