En una reacción inusualmente rápida, el régimen ha reconocido el incidente, generando un aluvión de críticas internas. Kim ha señalado a diversas instituciones estatales como responsables, incluyendo el Departamento de la Industria de Municiones del Partido, el Instituto Central de Diseño Naval y la Universidad Tecnológica Kim Chaek, entre otras.

La nave accidentada, cuyo nombre no fue revelado, es el segundo destructor de nueva generación que Corea del Norte presenta en pocas semanas. El primero, el Choe Hyon, fue exhibido en abril como un avance clave en la renovación de una flota obsoleta y de origen soviético.

Fuentes militares de Corea del Sur confirmaron que el destructor siniestrado sigue volcado en el puerto, a pocos kilómetros de la ciudad rusa de Vladivostok, y que su diseño parece similar al del Choe Hyon.

El incidente representa un duro golpe al programa de modernización naval impulsado por Pyongyang, que incluye el desarrollo de nuevos submarinos y misiles. Expertos navales consultados advirtieron que este tipo de fallos pueden comprometer seriamente la estructura del buque y retrasar los planes de construcción naval hasta dos años.

A pesar del revés, Kim Jong-un ordenó que el destructor sea reparado antes de fines de junio, cuando se celebrará una nueva sesión plenaria del Partido de los Trabajadores, donde se espera que el tema sea abordado.

La decisión del régimen de informar con amplitud sobre el accidente ha sorprendido a analistas internacionales. En contraste con la habitual censura y el ocultamiento de fallos, el caso fue reportado en la portada del Rodong Sinmun, lo que algunos expertos interpretan como una maniobra de Kim para reafirmar su control interno, demostrar liderazgo y exigir resultados en un momento clave para sus ambiciones militares.