
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El presidente Javier Milei volvió a hacer gala de su violencia al viajar a la provincia de Corrientes para participar de una reunión del Club de la Libertad, una organización de derecha que lo idolatra como si fuera un mesías.
Allí el mandatario se despachó con una serie de insultos y descalificaciones contra sus adversarios políticos, a los que acusó de ser traidores, corruptos y poco menos que enemigos de la patria.
Entre sus blancos preferidos estuvo el diputado nacional y exministro de Economía, Ricardo López Murphy, a quien llamó “basura” y “empleado de Larreta”. Se puede coincidir o no con López Murphy, pero es un hombre intelectualmente honesto que no merece semejante insulto.
Ante un auditorio que le era adicto, Milei no ahorró agravios y también apuntó contra el Congreso, al que tildó de “nido de ratas” y aseguró que los legisladores “son una mierda” por no haber aprobado su proyecto, que fue retirado por el bloque de La Libertad Avanza para evitar una derrota humillante.
El presidente demostró una vez más su falta de respeto por las instituciones democráticas -cosa que ya no sorprende a nadie-, y su obsesión por imponer al país su visión fanática del liberalismo, que distorsiona la realidad histórica de la Argentina, inventando una potencia económica que nunca existió.
Milei es el presidente “democrático” más violento de la historia, que elige ser violento para ocultar la única verdad: en dos meses ha profundizado la crisis económica, social y política heredada del gobierno anterior. Con una inflación galopante, una pobreza creciente -desde diciembre hasta hoy se registraron 3,6 millones de nuevos pobres- una deuda impagable y una inseguridad alarmante, claramente le conviene jugar el juego de ser el matón del barrio para no hablar de todo esto.
Milei tiene legitimidad de origen, pero está perdiendo la de ejercicio. Su discurso es una provocación constante, que busca inventar enemigos, entre los que se encuentran los gobernadores de provincia, los legisladores y hasta los artistas populares. Eso es muy peligroso porque podría generar la reacción de algún fanático contra los blancos elegidos.
Es imposible el diálogo con un Presidente que piensa que los diputados son idiotas, traidores, corruptos, ratas y cuánto insulto habido y por haber. Un presidente mal educado es una vergüenza para el país. Él cree que el 56 por ciento de los votos le da luz verde para tirar su pirotecnia verbal contra todos, pero lo único que gana con esa conducta inmadura es devaluar su propia investidura ¿Quién puede tomar en serio a un presidente que ataca a todos los que no piensan igual que él?
Milei es un peligro para la democracia y las instituciones de la República. Este país tuvo presidentes de la talla de Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia, Raúl Alfonsín y Carlos Menem, que por encima de sus posiciones políticas, fueron caballeros. La Argentina merece un estadista, no un violento.