Editorial
Vacío electoral en el Frente de Todos

No hay Copa que los pueda salvar

El oficialismo ya no tiene quien lo represente de cara a 2023. (Dibujo: NOVA)

“Siempre juntos, siempre unidos. Somos campeones del mundo”. Este mensaje pasaría desapercibido si fuera uno más de los que replicaron millones de compatriotas en sus redes sociales, pero no es el caso. Las palabras en las que se adjudica la victoria pertenecen al presidente Alberto Fernández, quien paradójicamente desde que asumió, lo único que hizo fue generarles infelicidad a los habitantes del país que aún intenta gobernar.

“Gracias a jugadores y equipo técnico. Son el EJEMPLO de que no debemos bajar los brazos. Que tenemos un gran pueblo y un gran futuro”, agregó el mandatario, animándose a pronunciar una palabra que le queda demasiado grande.

Efectivamente, el jefe de Estado no sabe de equipos técnicos ni de la fuerza que puede adquirir un grupo unido por un objetivo en común que implique el bienestar emocional de todos los argentinos. Debería sacarle el jugo a esa enseñanza, pero seguramente es mucho pedir. ¿Por qué? Porque el día después de la enorme hazaña deportiva, el mandatario vuelve a meter su cabeza en la rosca política que tanto preocupa al Frente de Todos: el vacío de figuras potencialmente ganadoras de cara a las elecciones 2023.

Tras la renuncia a eventuales postulaciones por parte de la vicepresidenta Cristina Kirchner tras ser condenada a 6 años de prisión en la causa Vialidad -golpe certero que no logra digerir-, el espacio se quedó sin la candidatura de la líder de la banda populista, lo cual ocasionó una revolución dentro del avispero k, que carece de referentes atractivos para un electorado decepcionado.

Con un Alberto Fernández políticamente debilitado y desgastado, saben que no tendrán chances en las urnas. Otro nombre que está dando vueltas es el ministro de Economía, Sergio Massa, que difícilmente pueda sumar adhesiones si no logra bajar la inflación, que en los hechos superará al cien por ciento hacia fin de año, por más que el hayan dibujado una baja poco creíble en el mes de diciembre. Por otro lado, su imagen ambivalente, tras saltar de un espacio a otro, es poco convincente. La credibilidad ideológica no es su fuerte, y así lo demuestran los archivos de otras épocas, donde criticaba y condenaba enfáticamente la corrupción del espacio que hoy integra.

El accionar fundamentalista y extremadamente combativo de Máximo Kirchner tampoco lo favorecería para una candidatura en la que solo lo apoyarían los militantes camporistas. Por lo tanto, su posibilidad de liderar algo más que esa acotada bandera política es prácticamente nula.

Por otro lado, ningún gobernador parece tener el caudal político necesario para afrontar un proyecto nacional. Si bien Axel Kicillof tiene experiencia en el Gabinete grande, su paso por el Ministerio de Economía fue olvidable, por lo cual es poco probable que fuera de la provincia que gobierna, alguien le dé un voto de fe para embarcarse en mayores desafíos. Incluso dentro de su propia provincia, muchos intendentes no comulgan con su gestión, y están atentos a una posible candidatura del jefe de Gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, a la gobernación.

En medio de esta danza de nombres, en la que ninguno encaja, la interna peronista se enciende cada día más, en una puja desesperada por evitar la desaparición de un espacio dominante desde hace décadas en la Argentina. Es simple: sin líder, no hay equipo ni proyecto. Una acefalía que muchos esperan deje lugar al surgimiento de nuevas fuerzas que le otorguen aires de renovación a esta Argentina herida, pero sobre todo, una esperanza de construir un país en serio.

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