Editorial
Solo y derrotado

Ni una ficha más

A Alberto Fernández ya no le da el cuero. (Dibujo: NOVA)

La semana pasada, el presidente Alberto Fernández se las arregló perfectamente para evitar su presencia en el acto que encabezó Cristina Fernández de Kirchner en La Plata, donde convocó a más de 50 mil militantes que le rogaban que vuelva al Gobierno, como si no fuera parte del mismo en este crítico momento político y socioeconómico.

En la ocasión, las banderas de La Cámpora marcaron la cancha en las tribunas del estadio Diego Armando Maradona, en un intento de demostración de poder del núcleo más duro del kirchnerismo, liderado por Máximo, el hijo de la vicepresidenta -un detalle no menor-, la figura más enemistada con el albertismo.

El mandatario nacional había acomodado la agenda para retornar de su gira por Indonesia el viernes, una vez finalizado este evento en el que se suponía que “La Jefa” hablaría de una eventual candidatura a la presidencia en 2023, aunque finalmente no hizo alusión directa al tema, dejando la incógnita más candente que nunca.

Pero el 15 de noviembre, dos días antes del acto peronista, hubo un “percance” que generó un acercamiento a la distancia entre AF y CFK: el Presidente se descompensó justo antes de dar un discurso en el G20 en Bali, y el canciller Santiago Cafiero -para nada habilidoso con su precario “english”- tuvo que tomar la posta ante los líderes del mundo mientras el mandatario nacional era atendido en un centro de salud.

"En el día de la fecha, el Señor Presidente de la Nación Argentina, Dr. Alberto Ángel Fernández, padeció un episodio de hipotensión y mareos”, informaba la Unidad Médica Presidencial, producto de una "una gastritis erosiva con signos de sangrado". El sábado, a su regreso, se sometió a una endoscopía en un sanatorio porteño, “no encontrándose lesiones con sangrado activo", se informó oficialmente.

El episodio del martes motivó el llamado de CFK a Bali, quien en ese momento estaba cumpliendo el rol de presidenta en Argentina, dada la ausencia provisoria del mandatario nacional. En ese intercambio, ambos dialogaron sobre el cuadro de salud. Un tema que inquieta a la vice, ya que no quiere agarrar la papa caliente de la escalada inflacionaria y la creciente pobreza, problemáticas que le adjudica al hombre más debilitado del Gobierno.

La lección fue contundente: absolutamente nadie puede controlar el propio cuerpo cuando está a punto de estallar y pasa factura; ni siquiera aquellos que se creen superdotados, a pesar de estar muy lejos de ejercer el poder.

En esta puja interna que tiene quebrado al Frente de Todos, Cristina viene ganando la pulseada. Esta realidad impactó directamente en el organismo del Presidente, a quien ya le queda poco resto para seguir soportando la presión.

Si bien aún no se conocen las verdaderas intenciones de CFK de cara a 2023, dada la vergonzosa gestión de su secuaz, lo cierto es que últimamente la vice se estuvo encargando de inflar su imagen ante la opinión pública.

Los manotazos de ahogada de la ex jefa de Estado son cada vez más evidentes: niega las acusaciones en el marco de la causa Vialidad, que la tiene acorralada; pretende apoderarse de la Justicia metiendo jueces por la ventana mientras critica a Mauricio Macri por sus relaciones cercanas con algunos magistrados; da discursos intentando callar los gritos de odio que hasta ahora arengaba; y toca un tema sumamente sensible del cual nunca se hizo cargo en sus largos años de gestión: la inseguridad. “Cuando estuvimos en el Gobierno, desplegamos miles de gendarmes en el conurbano bonaerense. La gente lo pedía porque tenía más confianza", fue el palito para Aníbal Fernández, quien hoy se enfila del lado de AF. Lo insólito es escucharla decir “cuando estuvimos en el Gobierno”, como si hoy no fuera parte del mismo.

Parece que la cuenta regresiva hacia la carrera electoral ya comenzó. La pregunta es: ¿cuál sería la fórmula peronista capaz de ganar en las urnas? Una cuestión indescifrable en un frente ya destronado, con referentes sin credibilidad y capacidad de gestión, que mantiene en constante tensión al avispero kirchnerista.

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