
Por Maxi Pérez, corresponsal de NOVA en Casa de Gobierno y Legislatura bonaerense
La remontada electoral del oficalismo no fue suficiente para dar vuelta la elección, pero alcanzó para ratificar la importancia del trabajo territorial y el volumen político para construir poder en momentos de crisis, algo para lo que la gestión de Axel Kicillof no se había preparado previamente.
La nueva configuración del poder poder provincial comenzó a gestarse tras las PASO, con la llegada de Martín Insaurralde a la jefatura de Gabinete y el desembarco de un grupo de intendentes que fueron bien recibidos no solo por el oficialismo sino también por la oposición.
El problema es que hasta ahora no se evidencia una articulación entre los que estaban y los que llegaron, sino que más bien el funcionamiento del oficialismo parece encastrar diferentes compartimentos estancos, que avanzan en la misma dirección, pero con algunas lógicas muy diferentes.
En ese sentido Insaurralde se viene manejando con un grado de independencia casi total del resto de la gestión, manejando su propia agenda y su propia prensa, que si bien no está desconectada de la del gobernador muestra los límites y alcances del reparto del poder en el gobierno provincial.
A diferencia del gobierno nacional, que tras la derrota inició un proceso de empoderamiento del presidente Alberto Fernández, que se recostó en gobernadores e intendentes, pero también en la CGT y los movimientos sociales, en territorio bonaerense Kicillof considera que su imagen no fue arrastrada por los números de la elección.
Y es probable que sea de esa manera, ya que en los mentideros políticos el nombre del mandatario aparece cada vez con más regularidad entre los "pases de factura" internos que todavía no se ventilan a los cuatro vientos, sino que quedan entre cautro paredes. "El gobernador no caminó la provincia con los candidatos", se quejan los armadores de los diferentes espacios que conforman el Frente de Todos.
Por eso todavía no hubo ni llamado, ni anuncio, ni relanzameinto y algunos dudan de que eso pueda ocurrir en territorio bonaerense, al menos hasta que no se aclare quien o quienes van a manejar los recursos a partir del 2022.
El oficialismo deberá enfrentar además un profundo debate sobre la ley que limita las reelecciones de los intendentes y legisladores, y habilitar o no esa discusión se puede volver una bala de plata del gobernador y sobre todo de la vicegobernadora Verónica Magario en un escenario de disputa interna.
En la Cámara Baja, por otro lado, también se viene una nueva negociación, más que una disputa, ya que el oficialismo seguirá manteniendo la primera minoría, pero la oposición estará en condiciones de construir una mayoría eventual que pueda bloquear el tratamiento de proyecto clave y hasta poner en duda la continuidad de la actuales autoridades legislativas.
En rigor de verdad tampoco en el senado el panorama esta despejado y esa “mayoría” que celebró Kicillof el domingo al conocerse los resultados, solo puede utilizarse si la oposición baja al recinto porque ninguno de los bloques tiene los números para dar inicio por si solo a una sesión.
En un escenario de poder dividio en el oficialismo, lo que no esta claro es a quien le corresponderá negociar legislativamente para destrabar los proyectos que son de interés para el ejecutivo, y menos claro si es conveniente de cara al futuro presentar un “relanzamiento” de una gestión que no esta claro que rumbo va a cobrar en los próximos meses.