La inmoralidad no tiene fin: Alberto Fernández pretende convertir al 17 de octubre en una estudiantina primaveral

“Está haciendo todo mal”, definió, implacable, Hebe de Bonafini, sobre el desempeño de Alberto Fernández. Razones no le faltan, ni a ella ni a la mayoría de los argentinos que observan, entre la incredulidad y la bronca, cómo un sujeto sin condiciones ni jerarquía alguna llegó a la presidencia. De la mano de Cristina Kirchner, claro. Una Cristina que sabe que, con la candidatura de Alberto Fernández cometió uno de sus peores errores, que podría llegar a costarle la liquidación de su capital político y hasta la cárcel.
Alberto no toma conciencia de la gravedad de la situación, y continúa enojándose ante las críticas y cuestionamiento que recibe. No tantos con los memes (incluso las más infamantes) que le causan gracia. Cree que tiene 4 años para disfrutar del “chiche” que le pusieron a su cargo, pero no tomó conciencia de las responsabilidades que conlleva el ejercicio de la primera magistratura.
Que la gestión de Alberto Fernández es un papelón por donde se lo mire nadie lo cuestionaría, a excepción de él mismo y unos cuantos “vivillos” que le sirven de comparsa. Carece de las cualidades mínimas para ejercer la magistratura. Improvisa constantemente, no tiene otro programa más que disfrutar de los meses de su cargo cada día. Posterga, avanza y retrocede sin remordimientos, y toma decisiones. Casi siempre, mal.
La celebración del 17 de octubre generó una nueva andanada de memes y de críticas implacables de parte de un pueblo peronista que no siente empatía alguna con este Gobierno, y que ni siquiera lo considera como propio. Por más que la dirección del Frente de Todos insista en sostener que “hay dos modelos”, desde 2015 a la fecha, sólo se ha desarrollado uno: el saqueo financiero de la Argentina, y la destrucción del trabajo, la dignidad humana y el futuro para sus habitantes.
Recapitulemos. Primero el Gobierno anunció una convocatoria a un mega evento a realizarse en una cancha de fútbol, con Alberto Fernández como único orador. Ya la CGT había anunciado previamente la realización de un acto masivo el lunes 18. A poco de andar, y a consecuencia de las reuniones y sugerencias que recibió durante la semana, Alberto hizo lo que mejor le sale: recular.
No parecía una buena señal para el FMI ni para el Círculo Rojo que lo visitó el martes. la organización de una reivindicación de ese 17 de octubre histórico que simboliza el nacimiento de la dignidad plebeya, la igualdad social y la soberanía nacional, todos valores que el giro a la derecha del Gobierno y la ambición de la oposición se disponen a liquidar. Tampoco el asesor catalán de Alberto estaba de acuerdo con eventos masivos que luego tienen un rebote muy negativo en la prensa opositora. Para peor, el sector más radicalizado del Frente de Todos había convocado con la consigna de no pago de la deuda externa.
Todo esto fue demasiado para el timorato mandatario, que prefirió seguir gobernando para obtener la aprobación de la oposición, tal como lo hizo desde la victoria en las PASO 2019. No entiende que eso no le sirve para nada. La oposición saca provecho de su innata debilidad, y los propios lo consideran como traidor. Los resultados se ven en las urnas.
Había que buscar un motivo para suspender el festejo, y allí el Gobierno recordó que coincidía con el Día de la Madre. En 18 ocasiones, el 17 de Octubre coincidió con el Día de la Madre y eso no implicó la supresión de la celebración, sino la asistencia familiar. Menos mal que en 1945 no coincidieron, ya que (según la interpretación de Alberto), Perón debería haberse quedado preso ya que hubiera sido “políticamente incorrecto” convocar al pueblo a la defensa de sus derechos, abandonando la mesa maternal en su día.
Las que no se quedaron cruzadas de brazos fueron las Madres de Plaza de Mayo. Con Hebe de Bonafini a la cabeza mantuvieron su convocatoria con su consigna “No al FMI”. Luego de eso, inmediatamente se sumaron múltiples agrupaciones, espacios políticos y sindicales, argentinos y argentinas de a pie.
Allí el Gobierno tomó conciencia de que no puede organizar nada por su cuenta. La celebración del 17 articulada por un colectivo informal pero muy potente, la del 18 por la CGT. Y, para peor, habida cuenta de las consignas y de la composición de los asistentes, la del 17 implicaba un gran riesgo de convertirse en un mitín opositor al Presidente desde el propio corazón militante del Frente de Todos.
Enterado de la gravedad del caso, Alberto volvió a recular. Sacó el sello del PJ Nacional, cuya presidencia ocupa, e hizo lo que vino a hacer desde ese cargo: desmovilizar y fragmentar al campo popular.
Para esto convocó a movilizarse en "unidad" el próximo domingo en todas las plazas del país para "conmemorar esa gesta popular extraordinaria que fue el 17 de octubre de 1945", Día de la Lealtad Peronista.
"El domingo 17 es el día de la familia. Celebremos. Y por la tarde, a partir de las 16, ahora que podemos, movilicémonos a todas las plazas para conmemorar esa gesta popular extraordinaria que fue el 17 de octubre de 1945."
Como por arte de magia, Alberto pretendió convertir una movilización potente contra el FMI y de reivindicación de la fundación del peronismo en una estudiantina dispersa en todas las plazas del país.
Y allí salió su identidad radical innata, esa que no consigue disimular, aunque lo intente:
"Que los músicos lleven su música, los poetas sus poemas, los protagonistas de las luchas sus recuerdos. Transformemos este encuentro en una verdadera fiesta de la democracia”. Ni Alfonsín ni De la Rúa lo habrían expresado mejor.
Cristina no encontró mejor solución que retwittear el comunicado del PJ. Sabe que su destino está unido al de este sujeto variopinto, cuya aspiración no pasa de convertirse en el Duhalde (Eduardo) de Horacio Rodríguez Larreta.
¿Se saldrá con la suya? ¿Conseguirá desmovilizar atomizando la movilización, tal como se lo propone Alberto Fernández? La moneda está en el aire y en el juego sólo habrá un perdedor: el pueblo argentino.