La desaparición física de Gerónimo Venegas desató una lucha sin cuartel por la caja de la UATRE. Ramón Ayala mantuvo los caciques a raya permitiendo que sostengan sus privilegios y ubicando a sus leales en cargos estratégicos dentro de la estructura sindical. José Voytenco pateó el tablero y se dispuso a devolver el gremio a los trabajadores.