Las elecciones presidenciales aún están lejos, pero ya entramos en tiempos de definiciones. Tal vez por lo mucho que se disputa, o por la incidencia de las redes sociales que no permiten tomarse vacaciones, no ha existido el receso veraniego. Todos juegan sus cartas con prisa y sin pausa. Y el escenario electoral comienza a definirse mucho antes de lo esperado.
Los meses de enero no solían ser así. Siempre había rosca en las playas atlánticas, pero los acuerdos y desencuentros toman estado público recién para febrero o marzo. Pero la comunicación virtual cambió todo, por lo que este enero resulta particularmente ajetreado y agotador.
Empezó enero y sonó la señal de partida para las recorridas proselitistas de los candidatos del PRO y de la UCR. Las rutas 2 y 11 serán las preferidas para “peinar la Costa” y tratar de instalar sus candidaturas.
El hundimiento del Frente de Todos en la aceptación popular durante los dos últimos años planteó dilemas a la oposición que le resulta difícil procesar. La certeza de la victoria –confirmada por las últimas decisiones y expresiones públicas de Cristina Fernández- incrementó la disputa interna de la coalición opositora referida a la definición de candidaturas y distribución de cargos en las listas electorales.
Días atrás, un comunicador que revista en el cristinismo se preguntaba: “¿Sabe para qué es presidente Alberto Fernández?” La pregunta, viciada de intencionalidad política, no deja de expresar una realidad incontestable: asumió la Presidencia para entregarla 4 años después, con la menor cantidad de complicaciones posible.