La política argentina nunca deja de sorprendernos. Si algo faltaba era la definición del “combativo” Pablo Moyano sobre el Embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley. “Es mucho más peronista que muchos de los nuestros”, expresó.
Primero fue el fiscal Diego Luciani con su desvalido alegato y un insostenible pedido de 12 años de prisión (uno por cada sostén de la “Década Ganada”) y la clausura de la vida pública de Cristina Fernández de Kirchner. Tal vez, en el futuro, al doctor le convendría reemplazar su agresividad e histrionismo por un trabajo más consecuente y sólido.
El sábado pasado no fue uno más para Horacio Rodríguez Larreta. Quizá en unos meses deba achacar el cambio de su fortuna política a la estrategia diseñada para ese día.
A mediados del Siglo XV, un florentino que pretendía congraciarse con el Príncipe Lorenzo de Medici le dedicó un libro que marcaría el punto de inflexión entre el pensamiento político antiguo y el contemporáneo.
Nicolino Locche era un eximio boxeador, aunque poco común. Su arte no era el ataque, sino la defensa. Amagues, esquives y frenos eran sus armas favoritas sobre las que desarrolló casi toda su carrera.