Una encuesta realizada a mediados del mes de noviembre, los resultados muestran que la sociedad está muy disgustada con la dirección del gobierno de Alberto Fernández, la cual superó el 70% de desacuerdo, y se marcó que uno de los principales problemas que afronta el país es la inflación, seguido de la corrupción, los mismos políticos y la inseguridad.
La interna en el PRO por la continuidad en la Ciudad de Buenos Aires sumó un nuevo capítulo. Mientras los amarrillos puros impulsan que el candidato sea propio, Horacio Rodríguez Larreta avanza en su entendimiento con el radical Martín Lousteau, al cual lo invitó a participar de la reunión de gabinete de los miércoles que se realiza en Uspallata 80, invitado por el actual jefe de Gobierno porteño.
Como el tero, Mauricio Macri pone los huevos en un lado y grita en el otro. En cada intervención que realiza desmiente lo que afirmó en su aparición anterior. Esta ambigüedad saca de quicio a sus competidores en la carrera presidencial del PRO. No saben cómo armar su campaña ni contra quién, y terminan alimentando la espiral de violencia interna que pone en riesgo la propia estructura partidaria.
Para tratar de bajar los decibeles de la pirotecnia interna de Propuesta Republicana (PRO), en relación con la disputa por la candidatura presidencial, hubo un desayuno en búsqueda de la reconciliación.
El desprestigio de la dirigencia política argentina no es una cuestión que deba demostrarse. Tampoco es nuevo. En 2001 la sociedad se expresó masivamente al grito de “Que se vayan todos”.
Más mentiroso que político en campaña, sentencia un refrán popular. No es necesario esforzarse mucho para corroborarlo. Y el presidente Alberto Fernández no es la excepción.