Como el tero, Mauricio Macri pone los huevos en un lado y grita en el otro. En cada intervención que realiza desmiente lo que afirmó en su aparición anterior. Esta ambigüedad saca de quicio a sus competidores en la carrera presidencial del PRO. No saben cómo armar su campaña ni contra quién, y terminan alimentando la espiral de violencia interna que pone en riesgo la propia estructura partidaria.
Para tratar de bajar los decibeles de la pirotecnia interna de Propuesta Republicana (PRO), en relación con la disputa por la candidatura presidencial, hubo un desayuno en búsqueda de la reconciliación.
El desprestigio de la dirigencia política argentina no es una cuestión que deba demostrarse. Tampoco es nuevo. En 2001 la sociedad se expresó masivamente al grito de “Que se vayan todos”.
Más mentiroso que político en campaña, sentencia un refrán popular. No es necesario esforzarse mucho para corroborarlo. Y el presidente Alberto Fernández no es la excepción.
Las celebraciones diferenciadas del 17 de octubre, con sus discursos cruzados y amenazantes, demostraron que el Frente de Todos está estallado. Las tensiones internas se han salido de control. Y aunque ninguno de los tres grandes jugadores de la coalición participó de los actos, su ausencia física contrastó con su presencia espiritual.