Las encuestas que circulan en el Frente de Todos han encendido las luces de alarma. Sobre todo, en la Provincia de Buenos Aires. En todas ellas se destaca la preocupación y el descontento no ya de los encuestados en general, sino de los votantes tradicionales de la coalición gobernante. El conurbano bonaerense, su principal capital político, está siendo arrasado por la pandemia, la inflación y el desempleo. ¿Cómo retener al menos a este segmento de la población? Ese es el principal interrogante que se formula la dirigencia, ya que sin ese punto de partida será imposible aspirar a recuperar a los votantes menos consecuentes.
Es un lugar común en cada uno de nuestros análisis semanales la referencia al creciente deterioro del Gobierno Nacional , donde el Presidente es el gran arquitecto de la demolición. No le basta con los ataques que recibe desde fuera y desde dentro de su propia coalición, sino que pone especial énfasis en alimentar las burlas y repudios a través de sus reiteradas apariciones públicas.
A 24 horas del vencimiento del DNU que dispuso las restricciones vigentes para combatir la pandemia, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero anunció que “se va a renovar con los mismos parámetros que vienen hasta ahora”.
Una semana atrás, la situación de Patricia Bullrich se había complicado súbitamente. Sus falsas denuncias sobre la negociación con el laboratorio Pfizer y supuesto pedido de coimas del ex ministro de Salud, Ginés González García, para avanzar en el acuerdo provocó una impensada reacción en su contra. No es que Bullrich recurriera por primera vez a la mentira como forma de intervención política exitosa hacia la jaula de los gorilas dispuestos a creer cualquier invención que arroje excrementos sobre el Gobierno del Frente de Todos. El problema es que, como también sucede habitualmente, la ex Ministra de Seguridad no midió las consecuencias de su accionar.
Horas antes de reunirse con el presidente, el titular de la entidad dijo que es absolutamente irracional haber votado contra Israel en la ONU.