La Argentina es un país bastante predecible. La velocidad de los hechos cotidianos puede confundirnos a veces, hacernos dudar. Pero cuando se analiza el proceso en el mediano y el largo plazo, se descubre el funcionamiento de un mecanismo de relojería suizo casi perfecto. El problema es que está programado para conducirnos a la catástrofe.
“Quiso ser Alfonsín, pero terminará siendo 'chupete' De la Rúa”. La afirmación de Guillermo Moreno, reiterada desde hace varios meses, resuena cada vez con mayor credibilidad.
La economía y el virus le vienen pisando los talones a la gestión de Frente de Todos desde hace un largo tiempo y hasta el momento el gobierno no ha encontrado una solución fructífera. Más allá del aislamiento social, preventivo y obligatorio, los casos de Covid-19 continúan aumentando al ritmo que se despedaza la fase financiera.
La pandemia no pospone algunas de las obligaciones que tiene el gobierno por delante. Una de ellas es la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y los bonistas que, dado el contexto mundial, podría tener beneficios para la Argentina. En este sentido, el ministro de Economía, Martín Guzmán, ya presentó el primer boceto de reestructuración.
El primer gran escándalo en el gobierno de Alberto Fernández fue justo en el sector que mejor supo administrar la gestión de Mauricio Macri. Más allá de la crisis galopante en la que dejó al país, el ex presidente supo salvar de críticas impiadosas a una de las funcionarias que más fortalecidas y airosas salió de su penosa administración: Carolina Stanley.