La biblioteca de la política presenta dos definiciones sobre la política. La que la define como negociación entre adversarios y la que la interpreta como enfrentamiento sin cuartel entre enemigos. La primera se asocia con la reproducción de un orden social establecido. La segunda, con las perspectivas revolucionarias o con la anarquía.
El presidente Alberto Fernández confirmó que se ha ganado con Justicia, el apodo de “Exterminador”. No de los adversarios, sino de los propios.
En los últimos días se supo que Javier Milei había visitado a Mauricio Macri antes de las PASO, por invitación del ex presidente. ¿Cuál fue la razón para blanquear ese encuentro ahora? La respuesta es bastante sencilla: Macri pretende que una porción que le responde del PRO vote la boleta del economista –quien se incorporará a Juntos por el Cambio después de las elecciones-, para restarle votos a la de María Eugenia Vidal, y así darle un duro golpe a las pretensiones de Horacio Rodríguez Larreta de llegar a la presidencia en 2023.
Días después de la derrota de las PASO, Juan Manzur asumió la Jefatura de Gabinete. En sus movimientos iniciales dejó en claro que estaba dispuesto a ejercer el ejecutivo sin reservas. Y, para que nadie tuviera dudas, allí mismo lanzó el proyecto Juan XXIII, para apuntalar su campaña electoral de cara a las próximas elecciones presidenciales. Pero en la Argentina la política se alimenta de sus hijos, y tras esa aparición rutilante, el tucumano fue perdiendo peso político, hasta quedar prácticamente neutralizado.
El “albertismo” es como las brujas. No existe, pero que lo hay, lo hay. Y a menudo amenaza avanzar con la expulsión del cristinismo del Gobierno del Frente de Todos, pero finalmente recula a último momento.