El Frente de Todos tiene en claro que su futuro depende de la elección de noviembre. Por esta razón se ha impuesto revertir el resultado de las PASO, o al menos realizar una remontada heroica que lo ubique por encima del 40 por ciento de los votos a nivel nacional. Por esta razón ha encomendado a varios comunicadores pretendidamente “independientes” la instalación mediática del interrogante: ¿Y si el Gobierno consigue imponerse en las elecciones generales?
Por más que los nuevos ministros demuestren toda su musculatura aportando una institucionalidad y una presencia pública de la que careció el gobierno de Alberto Fernández durante sus dos primeros años, torcer el rumbo en apenas dos meses entre las PASO y las generales resulta imposible. Sobre todo cuando debe cargarse con la herencia de Mauricio Macri, la incapacidad de la administración del Frente de Todos y la continuidad de un equipo económico cuya política se empecina en hacer trizas toda posibilidad de recuperación efectiva de las capas más amplias de la sociedad argentina.
Juan Manzur aterrizó en el Gobierno Nacional para sacar las papas del fuego de una gestión que se había convertido en objeto de burla y descrédito. Sólo un par de días le bastaron para modificar esa imagen, fortaleciendo la institucionalidad argentina.
La paliza electoral del domingo pasado tuvo sus consecuencias, más graves tal vez que el dictamen de las urnas. En los días sucesivos todo lo que se sabía –pero se solapaba- de la crítica relación de convivencia entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández salió a la luz. “Impresentable·, “Ocupa”, y otros términos similares eran los utilizados desde siempre dentro del Instituto Patria. Fernanda Vallejos sólo los blanqueó, más allá de que no haya sido su intención.
Será una cumbre para empezar a definir una salida a la fractura que se generó en el Frente de Todos luego de la derrota en las elecciones.