Tragedias masivas como el atentado a la AMIA, el choque del tren de Once e incluso las derivadas de la impericia reinante durante la pandemia del Covid-19, han salpicado a la dirigencia de turno. Decenas de personas perdieron la vida como consecuencia de la corrupción y la desidia política. En algún momento iba a ser el turno de La Libertad Avanza.
En los últimos años La Libertad Avanza (LLA) no sólo creció como fuerza electoral sino que consolidó estructuras de militancia orientadas a formar cuadros jóvenes y disputar la llamada “batalla cultural”, con agrupaciones y espacios de base que funcionan como núcleos de reclutamiento y formación ideológica.
Vergüenza debería darles a los referentes de este Gobierno reírse a carcajadas sobre la suba del dólar en ciclos de streaming donde se dedican a perder el tiempo mientras crece la pobreza, hunden a los jubilados en la miseria y cientos de pymes siguen cerrando sus puertas, acrecentando la tasa de desempleo.
Detrás de la figura mediática de Javier Milei, actual prescindente, se alza la sombra de su hermana Karina Milei, la voz institucional y la verdadera artífice de las decisiones clave en el Gobierno y en el partido La Libertad Avanza (LLA).
Este fin de semana, el candente cierre de listas bonaerenses de cara a las legislativas del 7 de septiembre le disparó la presión arterial a Javier Milei, quien hasta hace poco aseguraba que el peronismo estaba liquidado. Incluso, había canchereado con ponerle “el último clavo” al cajón de Cristina Fernández de Kirchner. Pero, en este caso, a rey muerto, no hay rey puesto. Los hilos del poder opositor se siguen moviendo en las sombras. Y aunque el perro está encerrado, la rabia se ha esparcido.