De poco parece haber servido la embestida, secuenciada en tres etapas, que desarrolló cuidadosa y ruidosamente el kirchnerismo la semana pasada para empujar a Alberto Fernández a que decida qué hará en las próximas elecciones.
La cuenta regresiva de la carrera electoral ya comenzó, pero hasta ahora hay más especulaciones que certezas.
Últimamente, se puso de moda catalogar al presidente Alberto Fernández de socialdemócrata. Él mismo, para exhibirse hippie de origen y moderado en la madurez, colaboró con esa definición que desde La Cámpora (pero también opositores como Guillermo Moreno, Julio De Vido y hasta Miguel Ángel Pichetto) le lanzan en tono de denuncia.
El 2023 se perfila para quedar grabado a fuego en la historia de nuestro país debido a la incapacidad y la desidia de un Gobierno que jamás tuvo un modelo ni un rumbo claro, lo cual ha ocasionado drásticas consecuencias. Entre éstas, llegar a la inflación interanual más alta en 30 años y cosechar los resultados socioeconómicos más deplorables de las últimas décadas, producto de políticas tan soberbias como ineficientes.
El Frente de Todos (FdT) se encuentra en medio de peleas e internas de cara hacia lo que será la elección presidencial del 2023. Mientras ya hay aspirantes como el gobernador tucumano Juan Manzur y el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, o bien el tapado titular del Interior, Eduardo Wado de Pedro, aún no hay nada definido al 100 por ciento.