El 10 de diciembre finaliza un Gobierno obsoleto, desgastado, inoperante y acéfalo, signado por la desidia en materia económica y social. El resultado es una Argentina atrapada en tres problemáticas cruciales: inflación, inseguridad y pobreza. Un combo fatal que la nueva gestión deberá desarmar con destreza, eficacia y mano de cirujano en tiempo récord, a los fines de poder iniciar un nuevo modelo de Gobierno que permita recomponer un tejido social profundamente dañado.
Cuando la economía estaba derecho al iceberg, con los aspirantes a candidatos sin imagen positiva (Eduardo Wado De Pedro y Daniel Scioli) y el fenómeno Javier Milei en crecimiento, una Cristina Fernández de Kirchner con miedo a la exposición y el presidente Alberto Fernández ampliamente en negativo, la figura de Unión por la Patria (UxP) quedó como peso en las espaldas de Sergio Massa.
Días y horas de definiciones se avecinan en el horizonte electoral que tiene en vilo a todos los argentinos.
A dos semanas de la segunda vuelta definitoria, se respiran aires de intranquilidad en los comandos de campaña de los dos finalistas. Les sobran razones.
Tras las Generales del 22 de octubre, el mapa electoral se reconfiguró a partir de la nueva e inesperada alianza entre las dos figuras con menos adeptos en las urnas, Javier Milei y Patricia Bullrich, orquestada por el jefe opositor, el ex presidente Mauricio Macri, quien a pesar de haber declinado formalmente su candidatura presidencial por Juntos por el Cambio a principios de año, desde las sombras fue sembrando el terreno con hábiles maniobras hasta lograr tierra fértil y apta para una cosecha a su favor, dejando varios aliados en el camino. Entre ellos, el sector dominante del radicalismo.