No es nada nuevo el hecho de que el máximo mandatario argentino, Alberto Fernández, y la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner transitan caminos discrepantes para poder desembarcar en las elecciones presidenciales del 2023. Tal es así que dejaron en claro que sus comodoros, en caso de no animarse ellos mismos a participar, ya tienen nombre y apellido para ingresar al juego de las internas.
En la antesala de las elecciones presidenciales de 2023, cuando la cocina política debería comenzar a perfilar los candidatos de cada espacio, el escenario que se presenta es cada vez más incierto. La fractura que tiene dividido no solo al oficialismo, sino además al peronismo como fuerza que históricamente ha traccionado votos hacia la consagración en el poder, genera una confusión que tiene completamente desorientado a Alberto Fernández. Por más que intente ocultarlo.
El presidente Alberto Fernández ya camina los últimos meses en la política, ante una reelección echada hacia detrás y con una oposición que hasta separada lo supera “por amplia diferencia” (frase expresada por el periodista comodoro, Roberto Navarro, quien ahora oficia de oposición ante los descuelgues de Todos).
La semana pasada, Cristina Fernández de Kirchner volvió a apoderarse del micrófono, tarea que le permite verbalizar su cinismo a la perfección, y como era de prever, generó una ola expansiva en un ambiente político que hace tiempo viene caldeado.
Alberto Fernández analiza entregar un ministro para frenar la embestida que esta semana le lanzaron desde el kirchnerismo para que cambie el gabinete.