El presidente Alberto Fernández ya camina los últimos meses en la política, ante una reelección echada hacia detrás y con una oposición que hasta separada lo supera “por amplia diferencia” (frase expresada por el periodista comodoro, Roberto Navarro, quien ahora oficia de oposición ante los descuelgues de Todos).
La semana pasada, Cristina Fernández de Kirchner volvió a apoderarse del micrófono, tarea que le permite verbalizar su cinismo a la perfección, y como era de prever, generó una ola expansiva en un ambiente político que hace tiempo viene caldeado.
Alberto Fernández analiza entregar un ministro para frenar la embestida que esta semana le lanzaron desde el kirchnerismo para que cambie el gabinete.
Si el Gobierno nacional venía con un quiebre importante, el nivel de inflación registrado por última vez por el INDEC lo puso en jaque definitivamente, dejando en evidencia una crisis imposible de revertir no solo de cara a 2023, sino además, para quien le toque conducir el país los próximos años.
La vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se ha comenzado a convertir en una especie de figura que se exime a las reglas habituales de la política nacional. Llegando a ser una especie de conductora o “líder supremo”, estilo Kim Jong-un.