Si el Gobierno nacional venía con un quiebre importante, el nivel de inflación registrado por última vez por el INDEC lo puso en jaque definitivamente, dejando en evidencia una crisis imposible de revertir no solo de cara a 2023, sino además, para quien le toque conducir el país los próximos años.
La vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se ha comenzado a convertir en una especie de figura que se exime a las reglas habituales de la política nacional. Llegando a ser una especie de conductora o “líder supremo”, estilo Kim Jong-un.
A medida que crece el temor no solo en la sociedad, sino también dentro del Gobierno, por los datos de la inflación de marzo que se conocerán en breve, el Frente de Todos sufre la peor crisis de su existencia, con Alberto Fernández en el centro de la hecatombe.
El país se encuentra sometido actualmente al egocentrismo de Cristina Fernández de Kirchner. Esa mujer política que cuando se sentó en el Sillón de Rivadavia esbozó un 6 de diciembre del año 2012 a través de cadena nacional, en el Salón de las Mujeres: “Solamente hay que tenerle temor a Dios. Y a mí, en todo caso, un poquito”.
El culebrón al que día a día este Gobierno circense nos tiene acostumbrados suma capítulos que viran rápidamente del melodrama a la tragedia nacional.