Había una vez un político de la era kirchnerista al que le llovió de arriba la candidatura a Presidente en el momento menos esperado, impulsada por una ex jefa de Estado que ahora lo tiene vigilado y de a poco le va cobrando el gran favor. Gesto que ya no vislumbra un futuro benevolente como en un principio, sino todo lo contrario: se convirtió en el tormento del mandatario nacional.
La semana pasada, llegaron a la Argentina las últimas vacunas chinas contra el coronavirus, tras un acuerdo de 4 millones de dosis con Sinopharm, y ante las demoras que muestra la producción de la Sputnik V, el gobierno de Alberto Fernández empezó a rasquetear con otros países.
Esta semana, en el marco de un panorama alarmante a nivel sanitario tras la irrupción de la segunda ola del Covid, se conocieron datos que exponen la condición de vulnerabilidad extrema en la que se encuentra nuestro país dentro el mapa internacional.
El pasado martes, tras conocerse el récord de 27 mil contagios en solo un día, las reuniones en Casa Rosada comenzaron a ser más habitués que lo normal y ya se rumoreaba que podría haber anuncios que no se hicieron esperar demasiado.
La “segunda ola” de la que se agarra el Gobierno nacional para justificar el aumento de casos de coronavirus, producto del mal manejo de la pandemia desde su inicio en Argentina, llega en el momento más crítico de Alberto Fernández en su rol de jefe de Estado.