La “segunda ola” de la que se agarra el Gobierno nacional para justificar el aumento de casos de coronavirus, producto del mal manejo de la pandemia desde su inicio en Argentina, llega en el momento más crítico de Alberto Fernández en su rol de jefe de Estado.
Después de un año de fracaso en términos sanitarios, tras cumplirse más de 365 días del arribo de la pandemia de coronavirus, con un claro deterioro de la economía a cuestas de la cuarentena que no trajo los resultados deseados, la actualidad marca que la segunda ola es un hecho.
La pandemia del coronavirus le viene sirviendo al Gobierno como excusa de todas sus falencias y también como pantalla de humo para intentar opacar las drásticas decisiones que afectan cada día más gravemente a la población, con impacto central en la clase media. Un sector que carece de las acaudaladas cuentas bancarias de la clase alta, y de las asignaciones sociales que recibe la clase baja.
Hace tan solo tres semanas atrás, el presidente Alberto Fernández anticipaba en el Senado de la Nación una reforma judicial que se aproxima, la cual despierta críticas y resquemores en la oposición, por la búsqueda de impunidad ante los hechos de corrupción K.
Los incidentes registrados este fin de semana en Lago Puelo, cuando la comitiva presidencial fue atacada con furia por un grupo de manifestantes, constituyen apenas una muestra del estado en el que se encuentra la ciudadanía frente a la inoperancia y la constante asfixia a la que es sometida por los gobernantes, en un contexto de creciente desapobación de la gestión.
El pasado lunes 1 de marzo, como todo primer día hábil del tercer mes del año, el presidente de la Nación llevó adelante su clásico discurso ante el Poder Legislativo desde el Senado y adelantó lo que el Ejecutivo se propone llevar a cabo durante el venidero año.