Alberto Fernández juega sus últimas cartas en la batalla contra el coronavirus. Días atrás aseguró que llegarán al país 600 mil dosis, con lo que se podrá vacunar a 300 mil personas antes de fin de año. Pero los tiempos se acortan.
En el contexto de un año nefasto para el Gobierno nacional, que derribó las caretas de un Frente de Todos que, lejos de plantarse con fuerza, terminó tambaleando frente a los obstáculos de la pandemia, resurgió la iniciativa de tratar el tema del aborto en el Congreso.
La muerte de Diego Armando Maradona hizo que el gobierno de Alberto Fernández mostrara, una vez más, la hilacha. Pero esta vez, al mundo entero, apropiándose grotescamente del cuerpo del ídolo y de su funeral.
Apurado por emitir dictamen antes del fin del período de las sesiones ordinarias, el pasado viernes el Frente de Todos impuso su mayoría en las comisiones de Asuntos Constitucionales y Presupuesto de Diputados, y aprobó el proyecto de recorte del 1,18 por ciento de la coparticipación que recibe Capital Federal, el cual representa una reducción de 52.000 millones de pesos en las arcas de la ciudad liderada por el opositor Horacio Rodríguez Larreta de cara al 2021.
La clase dirigente argentina nos tiene acostumbrados a levantar el dedo señalador sin predicar con el ejemplo, y para dar fe de esa falta de empatía que la caracteriza, basta con analizar los hechos que derivaron de la joda encabezada la semana pasada por el presidente Alberto Fernández en ocasión de su encuentro con Evo Morales en plena explosión pandémica.