Apurado por emitir dictamen antes del fin del período de las sesiones ordinarias, el pasado viernes el Frente de Todos impuso su mayoría en las comisiones de Asuntos Constitucionales y Presupuesto de Diputados, y aprobó el proyecto de recorte del 1,18 por ciento de la coparticipación que recibe Capital Federal, el cual representa una reducción de 52.000 millones de pesos en las arcas de la ciudad liderada por el opositor Horacio Rodríguez Larreta de cara al 2021.
La clase dirigente argentina nos tiene acostumbrados a levantar el dedo señalador sin predicar con el ejemplo, y para dar fe de esa falta de empatía que la caracteriza, basta con analizar los hechos que derivaron de la joda encabezada la semana pasada por el presidente Alberto Fernández en ocasión de su encuentro con Evo Morales en plena explosión pandémica.
La crueldad que caracteriza a algunos sucesos y episodios de la historia argentina lamentablemente nos ha moldeado para enfrentar las mentiras más dolorosas, en especial las que involucran a nuestra dirigencia.
Sonrientes y distendidos, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Elisa Carrió se reunieron el último viernes para fortalecer la coalición de Juntos por el Cambio, en un claro gesto que dejó al descubierto la profundización de las tensiones internas.
A un año de las elecciones presidenciales que le inflaron el pecho al “peronismo unido”, agrupado en el glorioso Frente de Todos, el cielo azul y los aires de “liberación” de la esclavitud macrista que veneraba Alberto Fernández se llenaron de nubarrones negros con la llegada de la pandemia.
Al inicio de la pandemia, cuando el presidente Alberto Fernández dispuso todos los frentes de su Gobierno a la lucha contra el Covid-19, los países del Primer Mundo lo aplaudían por su gran “poder de conducción” frente a la amenaza global. Pero esas flores que se agachaba a recoger y lanzaba al cielo en cada conferencia llena de estadísticas comparativas que le inflaban el pecho, comenzaron a echar un olor fétido en sus propias manos, cuando la Argentina comenzó a desmoronarse como un endeble castillo de naipes.