Últimamente el oficialismo pareciera estar perdido en una nebulosa luego del mazazo que recibió en las urnas y que lo llevó a dar varios manotazos de ahogado para intentar revertir los resultados electorales. Desde sus comienzos, la gestión de Cambiemos estuvo signada por el marketing y, en momentos en que estarían llegando al ocaso, el camino sigue siendo el mismo.
“La elección no sucedió”, repite el presidente a modo de slogan. Pero lo curioso es que, no solamente que sí sucedió, sino que además el oficialismo recibió un duro golpe en las urnas. De allí creció la necesidad de negar los resultados y pegar un giro en el timón de la campaña para encontrar una salida decorosa e intentar achicar la brecha.
El presidente pidió que se midiera su mandato según los datos de la pobreza y, cuando ya está llegando el fin de su primera gestión al frente del país, esos números son preocupantes y alarmantes. No solamente que no pudo reducir el porcentaje, sino que se incrementó considerablemente y, de acá a diciembre, podría seguir aumentando.
La paliza electoral que recibió el oficialismo en las PASO todavía lo dejó grogui y sin poder recuperarse del cimbronazo de tamaña derrota. Para intentar paliar ese descontento en las urnas se tomaron medidas apuradas y arrebatadas, que fueron criticadas por los propios funcionarios actuales cuando habían sido implementadas por el gobierno anterior.