El descubrimiento generó una fuerte repercusión en redes sociales, donde algunos seguidores se sintieron estafados, mientras que otros lo tomaron con humor, destacando la creatividad para sostener la farsa. Más allá de las reacciones, el caso volvió a poner en discusión los límites entre ficción y realidad en internet.

Expertos en comunicación y tecnología señalaron que este tipo de situaciones reflejan la facilidad con la que hoy es posible construir una identidad completamente distinta en el espacio digital. La disponibilidad de filtros avanzados y editores cada vez más realistas permite crear personajes virtuales que pueden confundirse con la vida real.

En definitiva, lo sucedido no solo expone la vulnerabilidad de la percepción online, sino que también reaviva el debate sobre hasta qué punto lo que vemos en redes sociales corresponde a la verdad. La historia de la “influencer” que nunca existió queda como un recordatorio de que la identidad digital puede ser tan volátil como los píxeles que la sostienen.