En un mundo sexual cada vez más robótico, las caricias se rebelan como acto revolucionario
En plena era de conexiones líquidas y sexo virtual, las caricias han cobrado una fuerza inédita como instrumento de humanización, frente al avance de las relaciones sexuales robotizadas y utilitaristas.
Un estudio conjunto de las universidades de Gotemburgo y Carolina del Norte, junto a Unilever, reveló que existen fibras nerviosas (las llamadas C-táctiles) diseñadas para activar el placer únicamente cuando la caricia se realiza a una velocidad específica: unos 4–5 cm por segundo. Estas fibras solo registran gestos suaves y lentos, los mismos destinados al consuelo de un bebé o al afecto entre parejas.
el sexo sin amor es el peor invento de la humanidad
— ୨ৎ (@pajgero) August 9, 2025
Para la ginecóloga y sexóloga Francisca Molero, la clave está en la intención: una caricia significativa impacta mucho más que una forma vacía de contacto. En sus propias palabras, "esa intención que tiene el emisor llega siempre al receptor".
Este contacto va más allá de lo físico: libera oxitocina y endorfinas, robusteciendo la confianza, reduciendo el estrés y hasta regulando el pulso y la presión arterial.
La sexóloga Bárbara Montes Saiz apunta lo paradójico: muchas personas evitan acariciar por temor a que eso implique un avance sexual directo. “Erotizar sin expectativas de ningún tipo”, aconseja —una resistencia consciente al ritmo acelerado y mecánico del sexo contemporáneo.
De hecho, surge un nuevo término en este contexto: cuddlegasm, que define el placer y el bienestar generados a través del tacto íntimo, sin que el sexo sea el objetivo final. Es un llamado para recuperar el contacto afectivo como una forma radical de conexión humana.
En tiempos donde el algoritmo y la digitalización amenazan con deshumanizar el deseo, las caricias brillan como resistencia: un regreso al cuerpo, al tacto y a la autenticidad emocional. La piel no solo nos aísla del mundo, también nos conecta con él.
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