El columnista invitado
Vergüenza ajena

Sergio "Tronco" Figliuolo, el símbolo de un periodismo genuflexo

El periodista y abogado Gustavo Zandonadi. (Foto: NOVA)

Por Gustavo Zandonadi (*), especial para NOVA

La razón de ser del periodista es formular las preguntas necesarias para que la gente sepa lo que tiene que saber. Así debe ser siempre, aunque algunos usen el micrófono para hacer algo parecido a lo que hacía José Gómez Fuentes para Leopoldo Fortunato Galtieri, nombres que los más jóvenes pueden buscar en Google.

Hace unos días, en los estudios de Neura (Milei TV), alguien que dice ser periodista -seguramente al momento de llenar un formulario debe poner que lo es- se convirtió en el Gómez Fuentes de Javier Milei. Uno más para la colección del presidente libertario.

El periodismo militante es una realidad y no se puede hacer nada para evitarlo. En buena medida es, en algún punto, necesario porque si los periodistas no tomamos partido, seríamos unos pusilánimes. Seríamos como esos empleados que se limitan a cumplir horario, pero que no se ponen la camiseta de la empresa. El tema es que todo tiene un límite. Quien quiera puede aprobar la gestión del gobierno, pero no puede demostrar temor reverencial hacia el entrevistado. Eso jamás.

La entrevista en cuestión es la que trató de hacer Tronco Figliuolo a Javier y Karina Milei, escoltados por la máxima referente intelectual del mileismo, Lilia Adela Bolukalo Lemoime. El hombre trató de hacer una entrevista pero no pudo, porque entrevistar no es oficiar de Susano para que un tipo disfrazado con el mameluco de YPF se siente a despotricar contra todos los que no piensan como él. Y tampoco es necesario que el periodista se vista con esas ropas. Lo único necesario es que uno pregunte y el otro conteste, pero eso no pasó.

Lo que sí pasó, es lo que vio todo el mundo: un periodista que tenía miedo de hacer su trabajo. Cualquiera que haya estudiado periodismo aunque sea por un cuatrimestre, sabe que este negocio existe para que el poder explique lo que tiene que explicar, pero eso se pierde cuando el entrevistador decide relevar al invitado del compromiso de dar definiciones políticas y le tira centros. Más que un periodista, Figliuolo parecía un sastre haciendo un traje a medida.

Pero el punto culminante en Milei TV ocurrió cuando el hombre actuó por demás los elogios al perro Conan, único inocente en esta historia. Después llegó el momento en que la tarotista contó la anécdota sobre una persona que antes de una reunión le preguntó "¿Dónde querés poner esa cosa?" en relación a la mascota presidencial, por lo que terminó fuera de la reunión y del equipo de trabajo.

Tronco se disculpó una y otra vez por haber llamado "cosa hermosa" a Conan, como si hubiera dicho algo despectivo ¿Alguien se puede sentir ofendido porque a su perro le digan "cosa hermosa"? Definitivamente no, más bien debería sentirse bien por escuchar un elogio, pero suponiendo que el periodista de verdad sintió que dijo algo fuera de lugar ¿No alcanza con pedir disculpas solamente una vez? Parece que no. La pregunta que queda en el aire es, ¿por qué Figliuolo sintió tanto miedo? Se la dejo para que la piense.

(*) Periodista y abogado.

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