El embajador manda, el régimen obedece y la prensa oficialista guarda silencio
Por Gustavo Zandonadi (*), especial para NOVA
Peter Lamelas pronunció un encendido discurso en el que dejó en claro que su gestión será la de un virrey. Declaró su agenda sin escrúpulo: fiscalizar provincias, desalentar vínculos con potencias incómodas a Washington y presionar por condenas judiciales. El rostro es nuevo, pero la receta es vieja. Como en los tiempos de Braden, estos tipos vienen a mandar en nuestro país como si fuera suyo.
Frente a semejante atropello, el régimen mileísta eligió callar. Ni una palabra. Ni un gesto de dignidad. Ni siquiera llamó a su embajador a consulta. La Cancillería, totalmente muda. Estos tipos, que son muy valientes para reprimir a los jubilados y para romperle la cabeza a un fotógrafo, se arrodillan y siguen con la tarea que les encarga el amo. Así de despreciables son. Indignos es la palabra que les queda bien. La prensa oficialista, con su silencio, también merece esos calificativos.
Ese silencio no es prudencia diplomática, es el reflejo de un proyecto político que ya no disimula su subordinación al imperio. Porque detrás del patético y decadente show libertario que vimos en Córdoba -con la presencia estelar del déspota impresentable- hay una matriz dependiente que se acomoda a los dictados del país del norte. Da asco ver al gobierno argentino, tan sumiso y pusilánime, pero es lo que votó el 56 por ciento de analfabetos políticos, brutos, ignorantes y resentidos. Paciencia.
Aunque el régimen no lo entienda, la Argentina no es una franquicia de Washington. Es un país que con obreros, con mujeres, con pueblos originarios y estudiantes, supo decir NO cuando la vomitiva clase dirigente agachó la cabeza, muchas veces a lo largo de 200 años. Eso es lo que hace falta ahora: estudiantes que dejen de perder el tiempo en las redes sociales y con el boleto, para sentarse a discutir un proyecto de país y un sindicalismo combativo que se ponga al frente de la resistencia en las calles, nada de gordos traidores que entregan los derechos de sus trabajadores.
La Argentina colonial no le sirve a nadie. Ni siquiera le sirve a los poco inteligentes que se endeudarnos para poder pagar 35.000 pesos para asistir a la cumbre de la derecha, y ese es un capítulo aparte: ¿Una persona con dos dedos de frente puede simpatizar con un gobierno cuyo plan económico la convierte en un miserable, incapaz de pagar una entrada de 35.000 para un espectáculo? Cualquiera diría que no, pero el fanatismo puede más y el odio de esos sujetos puede más. Así les va a ir...
Ese sujeto político, ingenuo hasta el paroxismo de aplaudir a quien le hace creer que tiene que vivir mal para que en 45 años seamos potencia, no es inocente. Es el gran culpable de que hoy en día tengamos un gobierno que, al mejor estilo de la Edad Media, pide resignación para vivir una vida llena de carencias, que será compensada con el acceso al paraíso en la otra vida. La ignorancia y el odio de estos sujetos es lo que dejó a los jubilados en la indigencia y sin remedios, y a la Argentina, sin dignidad frente al mundo.
El embajador fue absolutamente claro sobre lo que tiene que hacer. Queda en los argentinos decidir si lo vamos a recibir con los brazos abiertos, o si vamos a presentar resistencia. Por eso son clave las elecciones, porque hay ofensas que se cobran en las urnas. Para eso es necesario que la gente vaya a votar, porque la abstención es funcional al régimen.
(*) Periodista y abogado.








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