Lucas Botta: el cordobés radicado en CABA que convirtió un ropero en el podcast más escuchado de habla hispana





Laguna Larga. Un pueblo de 6000 habitantes donde el tiempo parece moverse más despacio. A unos kilómetros, en un campo cerca de Impira (un lugar tan chico que casi no figura en los mapas), había una casa de techos altos y paredes rosadas.
Ahí, en un cuarto que todos llamaban “la pieza de música", había un ropero. Y dentro de ese ropero, entre guitarras y un órgano eléctrico, estaba el germen de una historia que hoy llega a casi 300.000 seguidores y se escucha en más de 130 países. La historia de Lucas Botta, el profesor que creó el podcast de historia más escuchado en español, empieza ahí, en ese ropero lleno de libros.
El ropero que lo cambió todo
"Mi viejo era fanático de los western", cuenta Lucas, mientras se acomoda en su silla y revive esos recuerdos. Juan Botta, productor agropecuario, tenía dos grandes pasiones: la lectura y la música. Y Lucas heredó ambas. "Papá tenía unos 200 libritos de western, una edición muy vieja del Martín Fierro… él siempre decía que el gaucho argentino era como el cowboy yanqui".
En ese cuarto, entre vaqueros imaginarios y gauchos de papel, Lucas descubrió el placer de leer. "Lo primero propio que leí fue Anteojito, a los 6 o 7 años", relata con una sonrisa. "Luego mis viejos, que aunque no estaban holgados económicamente, hicieron un esfuerzo y me compraron la serie de Wilbur Smith".
Fueron esos libros los que lo llevaron a viajar en el tiempo: entre faraones egipcios, la guerra anglo-zulú y la invasión italiana a Etiopía. Hoy, desde su podcast Historia en Podcast, intenta hacer lo mismo con sus oyentes: que vivan la historia. Pero antes de llegar ahí, hubo un camino lleno de curvas.
De jugar al fútbol, tocar cuarteto y estudiar en sulky
Lucas no fue solo un niño que leía. También fue futbolista semiprofesional, músico (tocó años en el Cuarteto Juventud) y, finalmente, estudiante de Historia en la Universidad Nacional de Córdoba. Pero su paso por la facultad no fue color de rosa.
"Siento que está muy idealizada la vida universitaria. Yo la pasé muy fulero", confiesa. Era 2009, el conflicto entre el campo y el gobierno de Cristina Fernández estaba en su punto más álgido, y en Filosofía y Humanidades los ánimos se calentaban. "Había carteles por todos lados, se escuchaba 'gringo de mierda, terrateniente'… no se podía comprar ni vender cereal en esos momentos, y mis viejos eran unos propietarios muy chicos, los asfixiaba… ellos la recontra sufrieron".
Para bancarse la carrera, Lucas alternaba entre el fútbol (jugaba en la primera división de la liga regional) y la música (tocaba los fines de semana). Y mientras tanto, viajaba todos los días: once kilómetros de tierra desde el campo hasta Laguna Larga (veinte minutos en auto si lo llevaban, cuarenta si iba en sulky con su abuelo Rodolfo), y luego una hora y media en colectivo hasta la facultad.
Hasta que la vida le puso un freno de mano.
"A mi viejo le diagnosticaron leucemia… producida por los agroquímicos"
Lucas era el mayor de tres hermanos, y cuando a su papá le detectaron leucemia, tuvo que ponerse al frente del campo junto a Gastón, su hermano. Ya daba clases en una secundaria, pero la situación era dura. "Ahí fue donde dudé en seguir estudiando… para colmo, en ese momento mi vieja, trabajando en el campo, se quebró tibia y peroné".
Fue su mamá, Teresa, la que lo empujó a terminar. "Con mi viejo ni lo hablé, porque si le llegaba a decir que dejaba la carrera…", eleva la mirada Lucas, como si las palabras se le atoraran. Finalmente, en 2015 se recibió de licenciado en Historia. Su papá no llegó a verlo. Pero su mamá sí estaba ahí, en el aula magna, mirándolo con orgullo.
El podcast que nació en la pandemia (y se volvió global)
Lucas ya era un profesor con años de aula cuando llegó el COVID. "Nos dijeron que mandemos las tareas por WhatsApp, pero yo le propuse a la directora hacerles un podcast", recuerda. La respuesta fue: "¿Qué es un podcast?".
"Bueno, yo tampoco lo sabía hasta un mes antes", se ríe. Un amigo le había comentado sobre el virus en China y le sugirió hacer un podcast. Lucas, curioso, buscó uno de historia y encontró el de Felipe Pigna. "Y me voló la cabeza".
Así que grabó su primer episodio: "De los dorados años 20 a la crisis de Wall Street". "Se lo mandé a varios amigos a ver qué onda, y todos me mintieron, me dijeron que estaba buenísimo… hoy lo escucho y me da vergüenza", confiesa, riéndose.
Pero funcionó. Cuando la escuela cerró, les envió a sus alumnos un podcast sobre feudalismo. El curso tenía 30 chicos, pero a la semana el episodio ya tenía 5000 reproducciones.
"Mi hipótesis es que el gran detonador fue la pandemia, la gente encerrada buscando algo nuevo. De hecho, en los primeros episodios tenía más reproducciones en España que en Argentina", explica. Hoy lo escuchan en Luxemburgo, Japón, Islandia, India… hasta en Mongolia.
De la voz al papel (y al teatro)
Un día, un mensaje desde España lo sorprendió: "¡Qué buenos que están tus capítulos! ¿Por qué no te escribís un libro?" Lucas se animó. Publicó los primeros episodios en formato físico (20 ejemplares, que se agotaron al toque) y luego firmó con Planeta para "Alta en el cielo", un libro sobre la historia de la bandera argentina.
Pero no se quedó ahí. Ahora también está en los escenarios con "Chamuyos que hicieron historia", un unipersonal donde mezcla humor cordobés con las grandes mentiras de la humanidad. "No es una clase formal, es divertirnos con mentiras que hicieron historia", aclara.
"Ojalá mis viejos se sintieran orgullosos"
Su mamá falleció en 2018, antes de que el podcast existiera. Su papá tampoco lo escuchó. Pero Lucas les dedicó el episodio 122, "El lejano oeste", en homenaje a esos westerns que su viejo amaba.
"Mi vieja me decía: No importa lo que hagas, pero hacelo con pasión. ¿Querés ser kiosquero? Sé kiosquero, pero sé apasionadamente kiosquero", recuerda. "Sería muy loco que ellos me pudieran escuchar".
—¿Hoy sos docente o divulgador? — es la pregunta del final.
Lucas piensa un segundo y responde, con una sonrisa:
—Creo que, como decía Landriscina, soy contador de historias.
Y vaya si lo hace bien.