Sexo y erotismo
Una orientación invisible busca su lugar

Asexualidad: rompiendo el tabú del deseo en un mundo hipersexualizado que no entiende la ausencia de atracción sexual

En un mundo donde el sexo parece definirnos, las personas asexuales desafían prejuicios y reclaman su derecho a vivir sin deseo sexual, en una sociedad que no siempre las comprende.

Imagina que en cada conversación sobre amor o deseo, alguien te pregunta: “¿Pero cómo puedes vivir sin sexo?”. Para las personas asexuales, esta no es una pregunta hipotética, sino una realidad constante. En un mundo saturado de mensajes que glorifican el sexo —desde anuncios hasta programas de streaming—, la asexualidad sigue siendo un tabú, un enigma incomprendido.

Aproximadamente el 1 por ciento de la población mundial se identifica como asexual, según un estudio de 2011 de la psicóloga Lori Brotto publicado en The Journal of Sexual Research. Sin embargo, esta orientación permanece en las sombras, rodeada de mitos y estigma.

La asexualidad se define como la falta de atracción sexual hacia otras personas, aunque no implica necesariamente la ausencia de deseo romántico o emocional. En otras palabras, una persona asexual puede enamorarse profundamente, buscar relaciones afectivas o incluso disfrutar de vínculos platónicos intensos, sin que el sexo forme parte de su ecuación.

Pero, ¿por qué algo tan natural genera tanto desconcierto? La respuesta yace en una sociedad que equipara el deseo sexual con la plenitud humana. Como explica David Jay, fundador de AVEN (Asexual Visibility and Education Network), “la asexualidad desafía la narrativa cultural de que todos queremos sexo todo el tiempo”.

Este desafío, sin embargo, no es fácil. Los asexuales enfrentan prejuicios que van desde la incredulidad (“es solo una fase”) hasta suposiciones dañinas, como que su orientación es un trastorno hormonal o el resultado de un trauma. Estudios, como los de Brotto, desmienten estos mitos: la asexualidad no es una patología, sino una orientación legítima.

En 2019, un artículo en Archives of Sexual Behavior encontró que las personas asexuales reportan niveles similares de bienestar emocional que otras orientaciones sexuales, siempre que sean aceptadas socialmente.

Pero esa aceptación es escasa. La hipersexualización de los medios —piensa en cualquier serie de Netflix donde el sexo es el motor de la trama— refuerza la idea de que “todos quieren sexo”, marginando a quienes no encajan en ese molde.

Entonces, ¿cómo viven las personas asexuales en un mundo que no las representa? Entrevistas con la comunidad asexual revelan una diversidad sorprendente. Algunos, como Ana, una joven de 28 años que se identifica como asexual y arromántica, encuentran plenitud en amistades profundas: “No necesito sexo ni pareja para sentirme completa”.

Otros, como Miguel, de 34 años, buscan relaciones románticas sin componente sexual. Estas historias, recopiladas por AVEN, muestran que la asexualidad no es monolítica, sino un espectro tan variado como cualquier otra orientación.

Sin embargo, el tabú persiste. La falta de visibilidad en los medios y la educación sexual tradicional perpetúan la idea de que la asexualidad es “anormal”. ¿Y si el problema no fuera la asexualidad, sino nuestra obsesión cultural con el sexo?

Como señala Jay, “reconocer la asexualidad nos obliga a replantear qué significa conectar con otros”. Este replanteamiento es urgente: en un mundo que celebra la diversidad, la asexualidad merece un lugar en la conversación.

Al final, la asexualidad no es solo una orientación; es una invitación a cuestionar normas arraigadas. Escuchar estas voces no solo rompe un tabú, sino que enriquece nuestra comprensión del amor, el deseo y la humanidad misma. ¿Estamos listos para ese diálogo?

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