Con la sonrisa plástica de quien nunca pisó un supermercado argentino, Georgieva dijo que “esta vez es diferente”, porque el país “pasó del déficit al superávit, y de una inflación altísima a una más baja”.

También celebró que “la pobreza bajó del 50 por ciento al 37 por ciento”, como si 4 de cada 10 personas en la miseria fuera un éxito. No sólo repitió sin pudor el discurso oficial, sino que lo elevó al plano internacional con el tono de quien vende un producto en oferta.

Envalentonada, destacó que “el Estado se está retirando de donde no debe estar” y aplaudió la entrega de los sectores estratégicos a las grandes empresas. Dijo que en un mundo “hambriento” de minerales, gas y litio, Argentina tiene una oportunidad. Aunque más que una oportunidad, parece una oferta de saqueo con moño.

El FMI se muestra cada vez menos sutil en su injerencia política. Si en 2018 le prestó a Mauricio Macri para intentar salvar su reelección, ahora directamente milita por Milei. Y no lo hace sola: en Washington también estuvieron Caputo, Bausili, Daza, Madcur y toda la troupe libertaria dispuesta a firmar lo que les pongan adelante.

Mientras tanto, el dólar oficial sigue trepando y llegó a los 1.190 pesos, el dólar tarjeta ya se vende a 1.547 pesos, y el bolsillo del trabajador promedio parece cada vez más una película de terror. Pero claro, para el Fondo esto es apenas “dinamismo del sector privado”.

Lo más inquietante es que Georgieva no hizo más que blanquear lo que ya estaba implícito: el respaldo del FMI no es técnico ni económico, es político. El objetivo es sostener un modelo que garantiza pagos a costa de hambre y miseria. Lo demás, son detalles.

Y aunque el gobierno se esfuerce por mostrar independencia, la verdad es que corre a pedirle permiso al Fondo antes de dar cada paso.

Desde la oposición, el Frente de Izquierda denunció nuevamente que no existe salida real para la mayoría trabajadora si no se rompe con el FMI. Porque ningún “superávit” justifica el ajuste, si ese supuesto orden fiscal se construye con despidos, tarifazos y salarios de hambre.

El préstamo con el FMI por 45.000 millones de dólares fue tomado por Macri, bendecido por el Frente de Todos y ahora ejecutado por Milei, que se volvió el alumno más obediente del recetario neoliberal.

Y aunque los vencimientos empiezan en 2026, el gobierno actual quemó reservas y tuvo que volver a arrodillarse antes de tiempo. Nada nuevo: dólar barato, devaluación, y un pueblo que siempre paga los platos rotos.