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Más sucio que palo de gallinero: Milei no quiere actualizar la canasta del INDEC para seguir dibujando la inflación

El organismo elaboró una nueva metodología más acorde que reemplace la obsoleta métrica actual, que utiliza datos del 2004, pero Javier Milei no quiere que se aplique porque se le dispararían los números. (Dibujo: NOVA)

La metodología con la que el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) calcula el Índice de Precios al Consumidor (IPC), herramienta fundamental para medir la inflación, se encuentra bajo la lupa.

Y es que, pese a que Javier Milei muestra como un logro el supuesto descenso de la inflación, lo cierto es que la metodología que utiliza el INDEC para medir la fluctuación de precios no tiene en cuenta factores que han aumentado exponencialmente en la incidencia de la canasta básica, lo que hace que los números presentados sean realmente más bajos de lo que experimenta la sociedad.

Si bien el organismo tiene lista una actualización que modernizaría la canasta de consumo utilizada, el Gobierno de “Jamoncito” ha decidido postergar su implementación, generando interrogantes sobre la transparencia de las cifras oficiales de inflación y su impacto en la evaluación del programa económico actual.

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, confirmó recientemente que la actualización metodológica deberá esperar "algunos meses más". Esta decisión, justificada en la necesidad de esperar a que "la situación esté estable", ha levantado sospechas sobre la validez de las cifras que el gobierno presenta como indicativas del éxito de su gestión económica.

¿Por qué es importante actualizar el índice de precios?

El cálculo del IPC se basa en una "canasta" de bienes y servicios que reflejan los patrones de consumo de la población. Actualmente, el INDEC utiliza una canasta construida a partir de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) realizada en 2004. Esta canasta, con más de dos décadas de antigüedad, ya no refleja la realidad del consumo actual, afectada por cambios tecnológicos, económicos y sociales significativos.

Como bien puntualizó Francos durante su presentación en la Cámara de Diputados, el titular del INDEC, Marco Lavagna, ha expresado la necesidad de ajustar los ponderadores (la importancia relativa) de los diferentes bienes y servicios en la canasta. Sin embargo, la directiva desde la Casa Rosada ha sido clara: mantener el statu quo. La justificación, según Francos, es evitar que la implementación de una nueva metodología sea interpretada como una manipulación de las cifras de inflación.

El argumento de Francos es, cuando menos, ridículo: de hecho, lo que generaría la nueva canasta básica sería evidentemente un aumento de la inflación, dando como resultado un sinceramiento de los números. El verdadero problema es, en realidad, que un aumento en la inflación reflejada por el INDEC no caería para nada bien en la percepción del Gobierno.

La nueva ENGHo: una radiografía actualizada del consumo argentino

La nueva ENGHo, realizada entre 2017 y 2018 en colaboración con las direcciones de estadística de todas las provincias, ofrece una imagen mucho más precisa de los patrones de consumo actuales. Este relevamiento ha identificado cambios significativos, incluyendo:

-Mayor peso de los servicios y comunicaciones: La expansión de la tecnología ha incrementado la importancia de servicios como internet y telefonía celular en el gasto familiar, un aspecto que no tenía la misma relevancia en 2004.

-Menor proporción del gasto en alimentos y bebidas: Como resultado del mayor peso de los servicios, los alimentos y bebidas representan una proporción menor del gasto total del hogar.

Inflación latente

Este cambio en los ponderadores es crucial para medir la inflación de manera precisa. En el último año, los aumentos en servicios públicos, medicina prepaga, internet y telefonía celular han sido significativos, impulsados por la desregulación de estos sectores. Al mismo tiempo, los alimentos y bebidas, que actualmente están sobrerrepresentados en el IPC, aunque impulsaron la inflación en 2023, han crecido por debajo del promedio en 2024.

Esta discrepancia en el cálculo del índice, considerando los aumentos de cada división y categoría y estimando su incidencia según la ENGHo más actual, es lo que el economista Martín González Rozada denomina "inflación latente". Según sus estimaciones, la inflación del 117,8 por ciento medida por el INDEC para el año pasado podría haber sido de hasta un 133,6 porcentual si se hubieran utilizado las nuevas ponderaciones, una diferencia de casi 16 puntos porcentuales.

Esta cifra es más cercana a la medición del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (136,7 por ciento), que utiliza una encuesta de gastos de los hogares realizada en 2022. Es importante notar, sin embargo, que en algunos meses, como marzo pasado, la "inflación latente" podría haber sido ligeramente menor a la cifra oficial debido a fuertes aumentos en los precios de los alimentos.

Movimientos turbios

La postergación de la actualización del IPC tiene importantes implicaciones políticas y económicas. La utilización del nuevo índice podría poner en duda algunos de los logros que el gobierno proclama, como la supuesta mejora de los salarios reales.

El diputado radical Martín Tetaz advirtió que "con los ponderadores del 2017-18 el salario real queda por debajo de noviembre 2023, lo que explica por qué el consumo masivo está 10 por ciento abajo de ese momento". En otras palabras, la demora en la actualización del IPC podría estar sobrestimando el poder adquisitivo de los salarios, creando una imagen distorsionada de la realidad económica.

La decisión del gobierno de retrasar la implementación del nuevo índice de precios del INDEC plantea serias dudas sobre la transparencia de las estadísticas oficiales. Si bien la justificación oficial es evitar la percepción de manipulación, la demora en la adopción de una metodología más precisa y actualizada genera el efecto contrario, alimentando sospechas y socavando la credibilidad de las cifras oficiales de inflación.

El INDEC confirma que el nuevo instrumento está listo, esperando la aprobación del Gobierno.

La pregunta que queda en el aire es si la búsqueda de la "estabilidad" en la percepción de la inflación justifica la utilización de una metodología obsoleta que podría estar ocultando la verdadera magnitud del problema y distorsionando la evaluación de los resultados del programa económico actual.

La transparencia y la precisión en la medición de la inflación son cruciales para tomar decisiones informadas tanto a nivel gubernamental como individual, y la demora en la actualización del IPC genera una incertidumbre innecesaria en un momento económico ya de por sí complejo.

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