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Cambio de aire

Viajar para vivir mejor: los beneficios de conocer lugares nuevos

Según revelan diversos estudios científicos, explorar nuevos territorios podría considerarse casi una terapia para cuerpo y mente.
Mucho más allá de irse a sacar una foto, descubrir horizontes desconocidos parece ser más que un simple pasatiempo.
Mucho más allá de irse a sacar una foto, descubrir horizontes desconocidos parece ser más que un simple pasatiempo.
Cuando andamos por lugares que no conocemos, nuestro cerebro experimenta un verdadero despertar.
Cuando andamos por lugares que no conocemos, nuestro cerebro experimenta un verdadero despertar.

En estos tiempos donde todo parece correr a una velocidad sobrehumana y donde las redes sociales nos hacen vivir una vida más virtual que real, solemos buscar alivio en distintas actividades, que no siempre cumplen con su objetivo. Y aunque los viajes suelen ser una especie de objetivo, no siempre tenemos en cuenta que además de cumplir un sueño podemos estar beneficiando a nuestra salud.

Mucho más allá de irse a sacar una foto, descubrir horizontes desconocidos parece ser más que un simple pasatiempo. Según revelan diversos estudios científicos, explorar nuevos territorios podría considerarse casi una terapia para cuerpo y mente.

La ciencia moderna confirma lo que muchos viajeros tienen la suerte de experimentar: conocer lugares diferentes transforma positivamente nuestra salud física y mental de maneras sorprendentes. Veamos más detalles.

El cerebro que viaja se mantiene joven

Cuando andamos por lugares que no conocemos, nuestro cerebro experimenta un verdadero despertar. Al tener que enfrentarse a calles desconocidas, idiomas diferentes o costumbres ajenas, las neuronas se ven obligadas a establecer nuevas conexiones para procesar toda esta información novedosa. Este hecho es conocido como "neuroplasticidad", y es un proceso fundamental para mantener la mente ágil incluso mientras envejecemos. Es parte de nuestra naturaleza y con las actuales "comodidades" de la vida moderna, vamos perdiendo esa neuroplasticidad que tanto necesitamos ejercitar.

Es verdad que a veces da miedo o nos estresa conocer lugares nuevos o ponernos en situaciones en las que todo es distinto a lo que conocemos. Pero nuestro cuerpo -específicamente el cerebro- agradecen que lo hagamos y mucho más aun si lo hacemos de forma habitual.

El simple acto de planificar una escapada, consultar opciones de pasajes o imaginar los lugares que visitaremos activa áreas cerebrales relacionadas con la creatividad y la resolución de problemas. Este ejercicio mental previo al viaje funciona como un entrenamiento cognitivo que beneficia nuestra salud cerebral a largo plazo.

Un estudio reciente de la Universidad Edith Cowan en Australia demuestra que la exposición a entornos diferentes durante los viajes estimula el crecimiento neuronal y fortalece significativamente la memoria. Los investigadores observaron que las personas que viajan con regularidad muestran menor deterioro cognitivo con el paso de los años, comparadas con quienes mantienen rutinas sin variaciones.

La felicidad comienza antes de hacer las valijas

Distinto a lo que muchos piensan, los efectos positivos de viajar no empiezan al llegar al destino, sino mucho antes. Ya desde la planificación se cosechan buenas consecuencias. Investigadores de la Universidad de Cornell encontraron que anticipar experiencias como un viaje genera mucha más felicidad que la expectativa de adquirir bienes materiales.

Esta anticipación positiva reduce los niveles de cortisol (la hoy tan mencionada hormona del estrés), mientras aumenta la producción de dopamina, relacionada con la sensación de placer y satisfacción. Incluso personas que atraviesan momentos complicados encuentran en la planificación de un viaje futuro un ancla emocional que mejora su perspectiva presente.

El cuerpo agradece el cambio de aires

Los beneficios no se limitan a la salud mental o cognitiva. Al viajar, naturalmente aumentamos nuestra actividad física: caminamos más, nadamos, escalamos pendientes o simplemente nos movemos de maneras diferentes a las habituales. Este incremento en el movimiento hace más fuerte el sistema cardiovascular y mejora la condición física general.

Además, la exposición a entornos naturales diferentes (ya sean playas, llanuras, montañas o bosques), proporciona al organismo vivencias sensoriales variadas que ayudan a reforzar el sistema inmunológico. El contraste con lo cotidiano despierta los sentidos y nos hace más conscientes de sensaciones que normalmente pasaríamos por alto.

La empatía que crece con los kilómetros

Quizás uno de los efectos más transformadores de viajar sea cómo modifica nuestra percepción del mundo y de los demás. Una encuesta realizada a 485 adultos relacionó directamente los viajes con mayores niveles de empatía, atención y concentración.

Cuando nos exponemos a culturas diferentes, nuestros esquemas mentales se flexibilizan. Observamos que existen múltiples formas válidas de vivir, comunicarse y relacionarse. Esta apertura mental reduce prejuicios y amplía nuestra capacidad para comprender perspectivas ajenas, habilidad cada vez más valorada en un mundo globalmente conectado.

Las interacciones sociales durante los viajes suelen ser más intensas y significativas que las rutinarias. Ya sea conversando con locales o con otros viajeros, estas conexiones humanas genuinas alimentan nuestro sentido de pertenencia a algo más grande que nosotros mismos.

Planifica para maximizar los beneficios

Para aprovechar plenamente estos efectos positivos, los expertos recomiendan algunos enfoques:

  • Buscá el equilibrio entre planificación y espontaneidad. Demasiada estructura puede generar estrés si algo no sale según lo previsto, mientras que la improvisación total puede resultar abrumadora. Mientras más lejano el destino más cierto es esto, por lo que la idea de "estructuras flexibles" puede ser una buena compañera durante todo tu viaje.
  • Considera alternativas fuera de temporada alta. Los destinos menos saturados permiten conexiones más auténticas con los lugares y sus habitantes. Depende de que tan sociables seamos, lo ideal es encontrar destinos en épocas que nos permitan realmente disfrutar de sus atractivos.
  • No subestimes destinos cercanos. Un viaje no necesita ser internacional ni excesivamente caro para proporcionar beneficios. Explorar zonas poco conocidas de nuestra propia región puede resultar igualmente enriquecedor, por lo que si no tenés presupuesto para irte muy lejos, podes pensar: ¿hasta dónde podría llegar con mi presupuesto? Los beneficios de salir del propio lugar, aunque sea por un periodo corto, son tan altos que más que un gasto será una inversión en salud.
  • Documenta tus experiencias, pero vivilas primero. La ciencia sugiere que recordar viajes pasados también produce bienestar emocional, así que fotografías y diarios de viaje funcionan como "medicina preventiva" para días grises futuros. Pero no te olvides de estar presente. A veces por sacar una foto o video para compartir se nos pasa el vivir intensamente un buen momento. A veces, una buena idea es llevar un diario de viajes, ya que hay sensaciones y pensamientos que se tienen durante la travesía que solo pueden recuperarse si los escribimos.

Resumiendo, la evidencia científica parece confirmar lo que muchos intuían: viajar no es un lujo prescindible sino una inversión en bienestar integral que recompensa con creces el esfuerzo realizado. Quizás por eso, incluso en tiempos de incertidumbre económica, muchas personas siguen priorizando experiencias de viaje sobre otras posibles adquisiciones, reconociendo instintivamente sus múltiples beneficios para la salud física y mental.

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