El partido tuvo un primer tiempo de contrastes, como si se jugara en tres actos. En los minutos iniciales, el Inter anestesió el encuentro con una posesión paciente, pero sin profundidad. El Bayern, pasado el primer cuarto de hora, despertó de la mano de Michael Olise, cuyo talento desequilibró el juego.

El extremo francés puso en jaque a la defensa italiana, y solo las cuatro intervenciones providenciales de Yann Sommer evitaron que los bávaros se adelantaran. La más clara llegó en una transición que Harry Kane, incomprensiblemente, estrelló contra el palo, un fallo que sacudió al Inter y cambió el rumbo del choque.

A partir de ahí, los de Inzaghi tomaron el control. El Inter asumió la pelota y exhibió una superioridad táctica que dejó al Bayern de Vincent Kompany sin respuestas. Carlos Augusto avisó con un disparo al lateral de la red, pero el golpe definitivo llegó en el minuto 37. Lautaro Martínez, el “Toro”, firmó el 0-1 con una jugada de antología: una combinación tejida desde campo propio, con Bastoni asistiendo a Carlos Augusto, un centro preciso del brasileño y un toque genial de espuela de Marcus Thuram para dejar el balón muerto.

Lautaro, con un sutil golpe de exterior, anotó su séptimo gol en esta Champions y consolidó su candidatura al trono de los goleadores.

El segundo tiempo arrancó con el mismo guion: un Inter dominante y un Bayern desdibujado. Lautaro pudo ampliar la ventaja, pero falló en el mano a mano. Ese error dio aire a los locales, que, impulsados por el carácter de Thomas Müller —ingresado desde el banquillo—, encontraron el empate.

El veterano alemán, en lo que podría ser su último gol con el Bayern en Champions, capitalizó un gran pase de Konrad Laimer para poner el 1-1. Sin embargo, el Inter no se descompuso. Lejos de rendirse, los italianos recuperaron el oficio que los caracteriza y, en una jugada de contragolpe, Mattia Frattesi selló el 1-2 definitivo, aprovechando un error defensivo bávaro.

Con esta victoria, el Inter no solo suma tres puntos clave, sino que envía un mensaje al resto de Europa. Su solidez defensiva —solo tres goles en contra en la fase de grupos— y su capacidad para golpear en los momentos justos los convierten en un equipo temido.

Mientras el Bayern, tocado tras la derrota en casa, deberá replantear su estrategia, los nerazzurri miran al horizonte con ambición. El 31 de mayo, fecha de la final en Múnich, ya no parece un sueño lejano para un equipo que, sin hacer ruido, se ha colado entre los gigantes de la Champions.