
Por Gustavo Zandonadi (*), especial para NOVA
Hace casi cuarenta años uno de los programas más exitosos de la televisión era "Matrimonios y algo más", que hacía un humor sano riéndose de la vida en pareja. Uno de sus sketches más recordados es el que era protagonizado por Hugo Arana y Cristina del Valle, que mostraba la diferencia de clase entre una mujer fina y un hombre tosco. Salvando las enormes distancias que hay entre la ficción y la realidad y el contexto en que se dieron ambas relaciones, se podría afirmar que esos personajes tenían las mismas características que hoy tienen el presidente y la vice.
Ayer asistimos a una nueva jornada de conmemoración de la recuperación de nuestras islas Malvinas, ocurrida el 2 de abril se 1982. Se sabía de antemano que el imputado por estafa iba a encabezar el acto central en Plaza San Martín, mientras que la vicepresidente Victoria Villarruel haría lo propio en Tierra del Fuego. Lo que dejó en evidencia la grieta dentro del gobierno es que hay dos discursos: uno que vive de fantasía, inoportuno para la fecha, y otro de reivindicación y admiración por quienes dieron la vida por el país.
Javier Milei politizó su discurso con la misma cantinela de siempre. Habló de "la casta", repitió que achicar el Estado es agrandar la Nación y que soberanía es ser potencia, cosa que sucederá cuando el país vuelva a "abrazar las ideas de la libertad". El problema es que ya abrazamos esas ideas en 1976, 1989 y 2015, antes de su llegada y nunca fuimos potencia en los últimos 49 años. Y cuándo lo fuimos en 1880 tampoco, porque no se es potencia cuando estemos en manos de una oligarquía incapaz de ratificar su poder en las urnas mientras disfruta de un banquete al que la mayoría mira con la ñata contra el vidrio.
Después de escuchar a Milei la sensación que queda es que estamos en manos de un personaje digno de repudio. No merece otra cosa quien antes de ser presidente dijo admirar a la asesina Margaret Thatcher. Pero volviendo a su discurso, le hace mucho daño al país, porque niega la verdad histórica. Va de suyo que un individuo fuerte con los débiles y débil con los fuertes, violento y mal educado, y que además reivindica a la responsable del hundimiento del crucero General Belgrano no está en condiciones morales de representar a los argentinos, ni de defender los intereses nacionales.
Desde el 19 de noviembre de 2023 hay algunas preguntas que flota en el aire, formulada entre quienes formamos parte de los que preferimos cortarnos una mano antes que votar a los liberales: ¿Por qué los argentinos se dejaron llevar por la falacia de un candidato violento, sin más propuesta que dolarizar con los ahorros de la gente y su amor por los que se ensuciaron las manos con sangre argentina?¿Cómo puede caerse en la inmoralidad imperdonable de vender la memoria de nuestros héroes a cambio de la promesa -no cumplida- de cobrar en dólares?
El votante mileista promedio es un joven inculto y desinformado que odia a los que le dieron dignidad y bienestar a sus padres y abuelos, porque es permeable al relato impuesto por los medios hegemónicos. Solamente un ignorante puede negar las conquistas obreras del peronismo y la grandeza de la Constitución de 1949. Los mileistas no la conocen porque no leen. Les resulta más fácil seguir a tipos patéticos como ese tal Tipito Enojado, que además es un cobarde que usa seudónimo. Solamente así se explica que aplaudan un tipo que pide que los kelpers voten con los pies. ¿Qué pavada es esa? Inexplicable, pero real.
El individuo que funge de presidente demostró que el cargo le queda grande. Quienes más avergonzados deberían sentirse son sus votantes, porque eligieron una opción que prometía dólares y los dejó con DNU 70, Ley Bases, nueva deuda con el FMI, sin cobrar en dólares y con la vergüenza de haber votado al principal admirador de la enemiga número uno de la patria. Todo eso sin contar el año pasado permitió que el ex primer ministro británico Boris Johnson salió al balcón de Casa Rosada. Solamente alguien con una invencible vocación por la traición puede permitir algo así.
En el otro extremo se ubica el discurso de Victoria Villarruel. No sorprende en lo más mínimo que así sea. Ella conoce la causa Malvinas desde adentro, por ser hija de un veterano, ya fallecido. Ideológicamente, se puede coincidir o no con la vicepresidente pero no se puede negar que es un mujer muy inteligente y educada, capaz de transmitir sus ideas sin caer en el agravio al que piensa diferente. Sin dudas, Villarruel tiene esas cosas que no se pueden comprar porque nacen con uno y es todo lo que le falta al imputado por estafa.
Tan grande es la distancia que hay entre presidente y vice (él desmalviniza, ella malviniza) que se hace muy difícil explicar por qué no se rompe. En verdad ya está roto, pero siguen manteniendo la formalidad como esas parejas que no se separan por los chicos. Tal como anticipamos el año pasado en este mismo espacio de libre expresión, Victoria Villarruel es la Julio Cobos de este gobierno. No porque le haya votado en contra pero sí porque entre liberales es sapo de otro pozo ¿Cuánto falta para que Villarruel termine de asumirse como nacionalista y peronista? El tiempo lo dirá.
(*) Periodista y abogado.