Editorial
Represión en nombre de "la libertad"

Gobernar por decreto y a los tiros: la democracia en juego

Violencia policial digitada por el Gobierno contra los más débiles. (Dibujo: NOVA)

“Este es el principio del fin de este Gobierno”, “No quiere que la gente se manifieste”, “De todos depende decir basta”, son algunas de las afirmaciones que surgieron en el marco de la sangrienta movilización del miércoles pasado, en la que la represión feroz trajo a la memoria una vez más las etapas más oscuras de la historia de nuestro país.

Una jubilada de 87 años gravemente herida a palazos y un fotógrafo con fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica producto de una bomba de gas lanzada por un cabo primero, son el resultado de una violencia institucional sin límites que nada tiene que ver con el concepto de “libertad” que grita el presidente Javier Milei cada vez que se queda sin argumentos, en un intento de justificar lo injustificable. En cambio, manda a amordazar a golpes a las voces disidentes.

Que son “agresivos”, que son “militantes”, que son “golpistas”… ya no saben qué inventar. "El ataque lo hizo la señora, con lo cual, ese policía lo que hace es defenderse", sostuvo la ministra de "Seguridad", Patricia Bullrich, en una entrevista, calificando a la anciana como “patotera” y al agresor como víctima.

En cuanto al fotógrafo, calificó de “mentira” a las evidencias en video e imágenes, y a los peritajes que prueban cómo la Gendarmería disparó a mansalva. Incluso aseguró que el gendarme que lanzó la granada de gas lacrimógeno que dio en la cabeza del joven “tiró como tenía que tirar”.

Este Gobierno, tildado de fascista y retrógrado, les viene lanzando por la cabeza un mísero “bono consuelo” de 70 mil pesos que no se actualiza por inflación, mientras los quieren quietitos y con la boca cerrada, marchitándose entre cuatro paredes con haberes de pobreza.

A La Libertad Avanza jamás se les cae un mea culpa, ni un soplo de cordura, ni una solución a un reclamo legítimo como el de los abuelos, a quienes no les queda otra opción que salir a la calle para no morir de hambre e indignidad, después de haber trabajado durante toda su vida.

Con una canasta básica que supera el millón de pesos, se ven obligados a hacer magia para sobrevivir con menos de 400 mil por mes, mendigando ayuda a sus familiares. La mayoría sufre entre un 20 y 25 por ciento de retraso en su poder adquisitivo. Les quitan los medicamentos, no logran acceder a alimentos básicos ni al pago de los servicios, que -por supuesto- siguen aumentando en medio de la farsa de la “baja inflacionaria”.

En un clima político donde gran parte de la oposición eligió quedarse muda ante estos alarmantes sucesos ocurridos durante la manifestación, quien se hizo eco vía redes sociales con un fuerte descargo fue la exmandataria y presidenta del debilitado Partido Justicialista, Cristina Fernández de Kirchner.

“Tu ministra de Seguridad... ex montonera, ex menemista, ex cavallista, ex delarruista, ex macrista… En realidad, me parece que siempre fue un ex ser humano. ¿Me querés decir cómo podés hablar de casta política con esa gente sentada a tu diestra y siniestra y a continuación gritar ¡viva la libertad carajo!? y después… mandás a apalear viejos y fusilar a un fotógrafo que aún lucha por su vida; por el solo hecho de manifestarse los primeros y ejercer su profesión el segundo; al mismo tiempo que, a las trompadas, hacías levantar la sesión de la Cámara de Diputados porque te iban a sacar las facultades delegadas. ¿En serio tenemos que creerte que a vos te gusta la libertad?”, posteó la condenada por corrupción que hasta ahora, sigue políticamente vivita y coleando. Uno peor que el otro…

Y fue por más: “Seguiste nomás haciendo desastres ese viernes. Saliste de ahí y le hiciste vender al Banco Central 474 millones de dólares para seguir con la ficción del precio barato de tu dólar oficial… Bastante más de lo que se necesita para reconstruir Bahía Blanca y lo quemaste en una tarde, Milei”.

Mientras cientos de jubilados que salen a reclamar sus derechos son reprimidos, y decenas de menores de edad que van a la escuela son increpados, reducidos y revisados por la Policía, millones de chorros siguen sueltos por las calles, robando, asesinando y torturando a niños, ancianos y laburantes. ¿Acaso este Gobierno no puede distinguir a quién apalear?

Familias enteras lloran a sus muertos por la inseguridad brutal cada día, mientras Bullrich, que debería garantizar la protección de la vida de todos los argentinos, se hace la guapa en los medios de comunicación y las redes sociales, en defensa de un Gobierno que tiene como líder a aquel espécimen que tanto criticaba durante su fallida carrera por la Presidencia de la Nación.

No tienen moral ni materia gris. Son parte de una dirigencia ignorante que desconoce los recursos para gobernar en democracia y por eso, al primer desborde social, sacan armas letales para ejecutar a los que ya están muertos en vida por culpa del abandono estatal.

Por lo pronto, las repercusiones ya alcanzaron la escena internacional. Mediante un comunicado oficial, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se pronunció al respecto: "Instamos a las autoridades argentinas a investigar con diligencia los hechos ocurridos en una protesta el 12 de marzo en Buenos Aires. En particular, nos preocupa el estado de salud de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por un cartucho de gas lacrimógeno en su cráneo", indicó Jan Jarab, Representante para América del Sur del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Y remarcó: “Recordamos que la existencia de algunos actos de violencia no justifica el uso de la fuerza contra todos los participantes de una manifestación que ejercen su derecho de reunión pacífica".

A pesar de este llamado de atención, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, declaró desafiante que "el uso de la fuerza está absolutamente establecido y reglamentado" y alertó que lo ocurrido hasta ahora no impedirá que "en el futuro se sigan utilizando las fuerzas en particular".

La gentuza improvisada que gobierna al país no tiene remedio, corazón, ni perdón. Sus métodos se reducen al autoritarismo más descarnado. Algo que el pueblo -desilusionado- tendrá en cuenta en las urnas cuando llegue la hora de la verdad.

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