Su sueño húmedo: los países que redujeron su gasto público como quiere Milei son los más pobres e inseguros del mundo

El presidente Javier Milei insiste en reducir el gasto público al 25 por ciento del PBI, una meta que, según él, salvará a Argentina del colapso fiscal. En su discurso de apertura de sesiones en el Congreso, volvió a machacar con su cruzada contra el Estado, tildando de “degenerados fiscales” a quienes gastan más de lo que recauden.
Pero, ¿qué pasa cuando miramos a los países que ya viven con un Estado flaco, como él sueña? La realidad es un cachetazo: las naciones con menos gasto público no son un paraíso libertario, sino un infierno de miseria y desorden.
A LOS DEGENERADOS FISCALES
— Javier Milei (@JMilei) December 1, 2024
El paper señala que el equilibrio fiscal mejora el PIB per cápita (por ende reduce la pobreza). Por ello, TODOS los políticos que lo único que hacen es trabajar por romper el equilibrio fiscal son los mayores enemigos de los argentinos de bien.
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Ignorando los datos y la realidad
Milei desprecia a los países que destinan más del 50 por ciento de su PBI al Estado, como Francia (57 por ciento), Finlandia (55,8 por ciento), Italia (53,8 por ciento), Bélgica (53,3 por ciento), Austria (52,7 por ciento) o Suecia (49,4 por ciento). Claro, estas naciones tienen estabilidad, economías sólidas y una calidad de vida que Argentina ni huele.
Pueden gastar porque no arrastran inflaciones del 100 por ciento ni décadas de crisis. Pero el presidente prefiere ignorar eso y apuntar a un modelo que, en la práctica, se parece más a un experimento fallido que a una solución.
Fijémonos en los países que ya están cerca de su adorado 25 por ciento o incluso por debajo. Mauritania, con un gasto público del 24,9 por ciento del PBI, tiene al 67 por ciento de su población en la pobreza y una mortalidad infantil de 47,9 por mil nacidos vivos. Mali, con un 25,7 por ciento, no se queda atrás: 80,5 por ciento de pobreza y 64,1 por mil en mortalidad infantil.
Y si queremos ir al extremo, ahí está Haití, con un raquítico 6,4 por ciento de gasto público. ¿El resultado? Un país sin salud, sin educación, sin seguridad, donde las pandillas mandan y la gente sobrevive como puede. ¿Es esto lo que Milei quiere vendernos como “libertad”?
El presidente dice que el déficit es el gran villano, que “no hay nada que enriquezca más a los políticos” que gastar de más. Pero reducir el Estado a la fuerza no garantiza prosperidad, como él cree.
Estos ejemplos muestran que un Estado pequeño puede ser sinónimo de abandono, no de eficiencia. Mientras Suecia o Bélgica gastan más de la mitad de su PBI porque pueden —gracias a décadas de políticas serias—, países como Haití o Mali no tienen ni los cimientos para sostenerse. Milei sueña con “poner un cepo al Estado”, pero parece no ver que achicarlo sin más puede dejar a Argentina más cerca del caos haitiano que de la utopía que promete.
Ironías aparte, la obsesión de Milei con el ajuste fiscal suena bonita en sus discursos, pero los números de los países “modelo” que ya viven con poco Estado gritan otra cosa: pobreza, inseguridad y desesperanza.
Tal vez, en vez de desafiar a los legisladores a elegir entre “los justos” o “las ratas miserables”, debería mirarse en el espejo de Mauritania o Haití y preguntarse si ese es el futuro que quiere para los argentinos. Porque, al final, achicar el Estado no es magia: sin estructura ni plan, el único cepo que se pone es al bienestar de la gente.