El asesinato de Lucas Aguilar en Lomas de Zamora es solo un ejemplo del descontrol. Un joven que trabajaba repartiendo comida fue asesinado sin piedad por delincuentes que, con total impunidad, le quitaron la vida en plena calle. Mientras tanto, en Quilmes, la policía encontró cráneos humanos en un predio, un hallazgo digno de una película de terror que confirma el nivel de tratamiento social que vive la provincia.

¿Y qué hace Kicillof? Firma licitaciones para escenarios, luces y espectáculos, porque parece que la inseguridad no es un problema lo suficientemente grave como para desviar recursos hacia algo útil, como reforzar la presencia policial o mejorar el equipamiento de las fuerzas de seguridad.

Un Gobierno que festeja mientras los bonaerenses sufren

El problema no es la cultura, ni los festivales en sí mismos. El problema es la falta de criterio en la asignación de los recursos públicos. En un contexto donde la inseguridad está descontrolada, cada peso que se destina a un espectáculo podría salvar vidas si se invirtiera en seguridad.

Pero no. En la Buenos Aires de Kicillof, los vecinos no pueden caminar tranquilos, los deliverys no pueden trabajar sin miedo y los crímenes quedan impunes. Eso sí, siempre habrá un buen festival para distraer la atención.