
Alberto Olmedo fue uno de los comediantes más icónicos de la historia argentina. Su estilo irreverente, su carisma y su capacidad para la improvisación lo convirtieron en una figura inigualable del espectáculo nacional.
A décadas de su fallecimiento, su legado sigue vigente en la cultura popular.
Los inicios de una estrella
Nacido el 24 de agosto de 1933 en Rosario, Santa Fe, Olmedo creció en un hogar humilde. Desde joven demostró un gran interés por el mundo del espectáculo y comenzó su carrera en la televisión como asistente de producción.
Su talento y su carisma lo llevaron rápidamente a destacarse en la pantalla chica.
El éxito en televisión y teatro
Su gran salto a la fama llegó en la década de 1960 con el programa "El Capitán Piluso", un ciclo infantil donde Olmedo interpretaba a un personaje entrañable y divertido.
Sin embargo, su consagración definitiva vendría en los años 70 y 80 con programas humorísticos como "No toca botón" y "El Chupete".
Su estilo descontracturado, basado en la improvisación y la ruptura de la "cuarta pared", lo diferenció de otros humoristas de la época. Junto a actores como Javier Portales, Adriana Brodsky y Susana Romero, creó personajes inolvidables como el "Manosanta" y "Rogelio Roldán".
Un ícono del cine de picaresca argentina
Paralelamente a su carrera televisiva, Olmedo también tuvo una fuerte presencia en el cine, protagonizando una serie de comedias populares junto a Jorge Porcel, con quien formó una de las duplas más exitosas del cine argentino.
Películas como "Rambito y Rambón", "Los colimbas" y "Expertos en pinchazos" se convirtieron en clásicos del género.
Un final trágico
El 5 de marzo de 1988, Olmedo falleció trágicamente en Mar del Plata al caer del piso 11 de un edificio. Su muerte conmocionó al país y marcó el fin de una era en el humor argentino.
A pesar de su partida, su legado sigue vivo en la memoria colectiva, con repeticiones de sus programas y homenajes constantes.
Un legado imborrable
Olmedo revolucionó el humor en Argentina y sigue siendo una referencia obligada para generaciones de comediantes. Su influencia traspasó el tiempo y, aún hoy, sus chistes y personajes continúan provocando risa y nostalgia.
Su genialidad y espontaneidad lo convirtieron en un verdadero mito de la cultura popular argentina.