Es por eso que mayormente el debate se encuentra polarizado entre dos grandes bloques políticos, con lo que el debate promete ser un escenario de tire y aflojes, arreglos, chanchullos y pase de facturas a troche y moche, en el cual probablemente más de un “legisladrón” obtenga algún beneficio extraoficial por prestar su voto.

Si bien el oficialismo, con el incansable trabajo del casta pédigre Martín Menem, logró obtener el respaldo de unos 129 legisladores, lo que le da números que le permiten dar por sentado que la sesión tendrá cuórum, lo cierto es que el debate está más que abierto.

Dado que la presentación del proyecto ante la sociedad como una herramienta para limpiar la corrupción de la política, ningún bloque que pretenda mantener una imagen de limpieza a ojos de los votantes puede oponerse abiertamente a la medida.

Sin embargo, la oposición ha presentado múltiples proyectos, con variantes y controversias para todos los gustos, asegurándose que sus principales cabecillas se vean a salvo. En el caso de Unión por la Patria, empujan una alternativa en la que solo se puede proscribir a los condenados una vez que esté firme la sentencia de la Corte Suprema, algo que dejaría a resguardo a Cristina.

Esta cantidad de ribetes variopintos presentados por el resto de los bloques es lo que preocupa al oficialismo y podría entorpecer la media sanción. Que dicho sea de paso, el bloque de LLA se opuso primeramente al proyecto y luego mutó notablemente de opinión a raíz de negociar algunos cambios.

Está claro que lo que está en juego es la validez de ciertas figuras en las futuras elecciones, por lo que la riña en el Congreso promete ser intensa.