VIDEO | El legado de Pablo Durán: el hombre que rescató un bar porteño con 160 años de historias





En una esquina del barrio que parece detenido en el tiempo, entre adoquines gastados y fachadas que resisten al paso de los años, se alza un bar cuya historia bien podría resumir la evolución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires misma: El Federal.
Pero lo que hace de este lugar un emblema no es solo su vermouth casero o su mobiliario original, sino el hombre que, contra toda lógica, decidió devolverle la vida. Pablo Durán, un emprendedor de alma nostálgica, puso todo en juego para rescatar un pedazo de la historia porteña y convertirlo en un punto de encuentro donde los fantasmas del pasado conviven con el bullicio del presente.
El origen: de pulpería a prostíbulo y más allá
Corría el año 1864 cuando una pulpería abrió sus puertas en este rincón del barrio de San Telmo, un refugio para peones de campo, arrieros y viajeros que buscaban algo más que un vaso de ginebra: un lugar donde hacer comunidad. Con el tiempo, las transformaciones sociales y económicas del país dejaron su marca. La pulpería se transformó en prostíbulo a principios del siglo XX, un cambio que reflejaba las tensiones de una ciudad en crecimiento. Más tarde, devino en almacén, antes de encontrar su identidad definitiva como un bar que ya a mediados del siglo pasado era un punto de referencia para los vecinos.
El rescate: una apuesta contra el olvido
Hace poco más de una década, el edificio estaba al borde del colapso. Las grietas en las paredes y el polvo acumulado eran testigos silenciosos de décadas de abandono. Fue entonces cuando Pablo, con una mezcla de fascinación y tozudez, decidió intervenir. “El tiempo los va llenando de historias, de gente que los va visitando. Son referentes del barrio, tienen un ángel y una onda distinta, son bares históricos”, afirma.
Pablo no venía del mundo gastronómico ni tenía experiencia en restauración de edificios históricos. Sin embargo, su pasión por el pasado y su visión emprendedora lo impulsaron. Reunió a un grupo de expertos en patrimonio y arquitectos que, con una atención quirúrgica, comenzaron el trabajo de restauración. Las ventanas originales, los techos altos y el mostrador de madera maciza fueron recuperados con esmero, al igual que las viejas botellas y carteles que hoy decoran el salón.
Pero no se trataba solo de un trabajo arquitectónico. Pablo quería que el bar tuviera alma, que se sintiera vivo. Por eso, incorporó elementos que homenajean su historia: desde un menú que incluye recetas tradicionales hasta noches de tango y encuentros literarios que atraen a una clientela diversa.
El vermouth que conquistó al barrio
Uno de los sellos distintivos del bar es su vermouth artesanal, elaborado según una receta que combina hierbas y especias locales. “Puede estar muy lindo todo, pero si te sentás y no tenés un buen vermouth, o una buena picada, vas una vez para conocerlo y no volvés”, explica Pablo. Su sabor conquistó tanto a vecinos como a visitantes, y hoy es un ícono de la propuesta gastronómica del lugar.
Detrás de cada botella hay horas de experimentación y dedicación. Pablo trabajó junto a expertos en destilados para crear un producto que no solo fuera delicioso, sino también fiel a la historia del bar. “Se mantiene vigente no solo por la historia del lugar, por su ambientación, sino también porque brinda un producto que gusta y un servicio que tratamos de mejorar día a día”, comenta.
Un emblema del barrio
Hoy, el bar es mucho más que un lugar para tomar algo. Es un espacio de encuentro donde convergen generaciones y culturas. En sus mesas se pueden ver estudiantes, parejas mayores que recuerdan con cariño los viejos tiempos, y turistas curiosos que buscan una experiencia auténtica.
Mirando al futuro
A pesar de los éxitos, Pablo sabe que mantener un negocio con tanta carga histórica no es fácil. Los costos de mantenimiento, las regulaciones y las exigencias del mercado representan un desafío constante. Sin embargo, su compromiso sigue intacto. “Tenés un montón de historia, en un lugar que está detenido en el tiempo: cuando entrás te fascina. Y todo va acompañado de un producto de calidad, para que sea una linda experiencia”, sostiene.
Para el futuro, Pablo planea expandir la oferta cultural del bar, incorporando más eventos que celebren la diversidad y la creatividad. También sueña con lanzar una línea de productos que lleven la marca del bar, desde su famoso vermouth hasta conservas y licores.
Una lección de perseverancia
La historia de Pablo Durán y su bar es una lección de cómo la pasión y la perseverancia pueden transformar incluso los desafíos más complejos en oportunidades. Es un recordatorio de que el pasado no está destinado a ser olvidado, sino a ser celebrado y compartido.
En una ciudad que a menudo parece estar en constante cambio, este rincón del barrio se mantiene firme, como un faro que ilumina el camino hacia nuestras raíces. Y todo gracias a un hombre que se negó a dejar que una parte esencial de nuestra historia se perdiera en el olvido.