
Los últimos días de enero se aproximan con una agenda variopinta, a raíz de algunos sucesos que confluyeron este fin de semana, empezando por el décimo aniversario de la muerte (¿asesinato?) del fiscal Alberto Nisman en 2015, durante la gestión de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Un caso espeluznante que no solo marcó a fuego el libro de la historia político-judicial argentina, sino que además, sigue impune.
CFK, quien iba a ser denunciada por Nisman por una grave causa de traición a la patria horas después de que fuera hallado sin vida, optó este último 18 de enero por repostear un mensaje de X del senador Oscar Parrilli -uno de sus fieles perritos falderos-, en el que enfatiza la hipótesis del supuesto suicidio, acusando a los medios y a la Justicia de instalar la versión del homicidio.
Por supuesto, el presidente Javier Milei recogió el guante y se expresó sobre esta fecha tan dolorosa para la democracia del país, al apuntar directamente a su enemiga política e instó a no abandonar la causa: “Desde el Poder Ejecutivo se mantiene la confianza en que el Poder Judicial continúe con las investigaciones correspondientes para que el asesinato del Fiscal Nisman no quede impune".
Un día después, el mandatario nacional celebró en redes sociales junto a su incondicional, Toto Caputo, y al grito de “Viva la libertad carajo”, el abrazo con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, en el marco de una nueva reunión prometedora de fondos que le inyectarían oxígeno a las magras reservas de la Argentina.
Tras inaugurar su segundo año de gestión, el jefe de Estado se aferra con uñas y dientes a Estados Unidos, principal accionista del Fondo, en un momento clave debido a la apertura de una nueva era de Gobierno bajo el mando del inflexible Donald Trump, con quien Milei pretende hacer buenas migas a los fines de lograr acuerdos que lo dejen bien parado ante el mundo.
Mientras el líder libertario se empeña en pintar su cuento argentino con brochas empapadas en color rosa, el sentido común nos sigue recordando el triste accionar de la dirigencia que desgastó inútilmente el sillón de la Casa Rosada durante las últimas décadas. Presidencias sucesivas que no han sabido canalizar las riquezas de un país tan poderoso en materia de recursos naturales, y que año tras año sigue dependiendo de las contemplaciones y la piedad del Primer Mundo para salir a flote.
Nada que celebrar, porque si hay una etiqueta que nos encasilla, es la de habernos convertido en deudores eternos, sujetos a los condicionamientos de quienes nos tienen de hijos.
A este baile perverso se suma el industricidio generado por la apertura de las importaciones, un escenario crítico que no les quita el sueño ni a Miiei ni a Caputo, a pesar de que se estima que 300 mil personas podrían quedar en la calle este año a causa del cierre de miles de pymes.
Capítulo aparte es la cantidad de ancianos que se encuentran desprotegidos debido al recorte de coberturas de medicamentos fundamentales para su supervivencia.
De todo eso no se habla, por ahora, en las redes que tanto les gusta explotar a los libertarios al mando de una nación cuyos habitantes se ven siempre obligados a arreglárselas como pueden y bancarse lo que sea: quitar la carne vacuna de la mesa durante meses, no poder comprar un kilo de limón -aún siendo país productor-, escuchar todos los días que el Gobierno aplauda un mínimo salarial vergonzoso y salir a la calle con miedo cada día, porque la inseguridad brutal no cesa.
Típico de la casta. Regodearse ante el mundo mientras la mitad del pueblo se sigue ahogando en la pobreza, gracias a las pésimas gestiones cristinista y albertista, secundadas por las crueles políticas de ajuse del plan "motosierra", la palabra mágica que les permitió apropiarse del poder.