Martín Vestiga
Una producción de NOVA

Martín Vestiga, la seducción libertaria y el éxodo PRO

Martín Vestiga, siempre ávido de información y con la data justa. (Dibujo: NOVA)

Sagaz como siempre. Intrépido e inquisidor. Adjetivos que sólo califican a Martín Vestiga, un asiduo colaborador de NOVA que vive trabajando y que, en sus ratos libres, investiga como pocos. Todo un adicto a su profesión.

Aquella tarde de enero, mientras Buenos Aires hervía entre el calor y la incertidumbre política que otorga un año electoral, Martín Vestiga volvía a las andanzas.

Había rumores que no podían esperar, piezas sueltas en un rompecabezas que parecía apuntar a la gran interna de la derecha argentina. Todo comenzó con un encuentro casual en un café de San Telmo, donde un operador político le soltó la frase que encendió la chispa:

—Martín, La Libertad Avanza sigue comiéndose vivo al PRO. El último en irse fue Valenzuela.

La noticia era fresca, casi tibia, y olía a maniobra calculada. Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero, había dado el salto al armado libertario bajo la batuta de Karina Milei. No fue una decisión aislada: Sebastián Pareja, el cerebro detrás de la estrategia territorial de La Libertad Avanza, llevaba semanas orquestando un “operativo seducción” en toda la provincia de Buenos Aires.

Martín tomó nota mientras escuchaba. Había nombres resonando por todos lados: Guillermo Montenegro, intendente de General Pueyrredón, evaluaba sumarse a los libertarios en busca de preservar su poder. La estampida de LLA hacia los brazos de Javier Milei y compañía era cada vez más evidente, con Diego Kravetz ya en Nación como muestra de lo que estaba sucediendo.

La situación no era casualidad. Karina Milei había puesto en marcha una maquinaria de seducción política tan aceitada como ambiciosa. Mientras Mauricio Macri intentaba mantener el orden entre los suyos, los libertarios aprovechaban el descontento interno y los números en las encuestas para vaciar de cuadros a Propuesta Republicana. “Están jugando al desgaste”, reflexionó Martín en voz baja mientras salía del café y caminaba hacia Plaza de Mayo.

El teléfono vibró en su bolsillo. Un mensaje: “La próxima movida será en el sur del conurbano. Están negociando con un intendente fuerte. Ya vas a ver”.

Martín tenía claro que el mensaje provenía de uno de sus contactos en el círculo cercano de Sebastián Pareja y tenía la sospecha de quién sería. Pero no podía esperar, no cuando cada hora contaba en este juego de ajedrez político y decidió devolver una llamada.

—¿Qué me podés decir del movimiento de Valenzuela? —preguntó Martín sin rodeos.

El hombre cercano al armador libertario sonrió al otro lado de la línea.

—¿Te sorprende? Esto no es más que el principio. Están apostando a la supervivencia. Hay que absorber todo lo que se pueda antes de que el PRO se reacomode. Y hay un par que no está tan lejos de seguir el mismo camino.

El viento traía ecos de la política más cruda: promesas, traiciones y movimientos de último minuto. Los intendentes bonaerenses, aquellos que alguna vez fueron los pilares del macrismo, ahora buscaban refugio en un Milei que prometía lo que el PRO ya no podía darles: la sensación de poder renovado.

Martín sabía que esta historia era más que una pelea partidaria. Era una batalla cultural por el control de la derecha argentina, una guerra donde cada deserción era un golpe al tablero político. Mientras tomaba notas en su inseparable libreta, pensó en una estrofa que resumía perfectamente lo que estaba viviendo el país:

"Si no lo pueden voltear lo van a querer comprar con discursos, si no les sale son capaz de darle acciones de los grandes mercaderes".

En una Buenos Aires donde las lealtades son tan efímeras como el humo de un cigarrillo, Martín Vestiga seguía investigando, buscando la verdad detrás de cada decisión política. Porque aquí, en el corazón del país, las máscaras siempre caen. Y él estaba listo para documentarlo.

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