
Sagaz como siempre. Intrépido e inquisidor. Adjetivos que sólo califican a Martín Vestiga, un asiduo colaborador de NOVA que vive trabajando y que, en sus ratos libres, investiga como pocos. Todo un adicto a su profesión.
Era una tarde húmeda en el microcentro porteño. Martín Vestiga, con su fiel libreta en el bolsillo, caminaba entre el caos de colectivos y vendedores ambulantes cuando una llamada inesperada lo sacó de su rutina.
—Vestiga, soy yo, Josema Crista. Tengo algo para vos. —La voz al otro lado era firme, casi urgente.
—¿De qué se trata, Josema? —respondió Martín, siempre listo para una buena historia.
—De Santiago Caputo y La Cámpora. Pero esto no es un chisme barato. Nos vemos en 20 minutos en el bar de siempre.
El periodista llegó puntual al pequeño café de San Telmo, un lugar con mesas gastadas y camareros que parecían conocer los secretos de medio Buenos Aires. Josema Crista, un analista político con fama de saberlo todo antes que nadie, lo esperaba en una esquina, con un café a medio terminar y un sobre manila sobre la mesa.
—Esto va más allá de lo que se está viendo en la superficie —dijo Josema, apenas Martín tomó asiento—. Caputo no está solo jugando para sí mismo. Hay un acuerdo con La Cámpora, y no es cualquier cosa. Es un pacto de impunidad.
Martín entrecerró los ojos, invitándolo a seguir.
—La relación entre ellos no es nueva, pero ahora todo se puso más explícito. ¿Te acordás de la movida en la AFIP? —continuó Josema, mientras sacaba un par de documentos del sobre—. Caputo negoció para que no lo toquen con las investigaciones sobre transferencias millonarias. A cambio, La Cámpora está asegurando su influencia en YPF y otras áreas clave.
Martín examinó los papeles. Nombres, cifras, fechas. Todo apuntaba a una trama más grande de lo que había imaginado.
—¿Y por qué no salta esto a la luz? —preguntó Martín, incrédulo.
—Porque ambos lados ganan —dijo Josema con una sonrisa amarga—. Caputo asegura su lugar en la mesa grande, y ellos garantizan que nadie les toque los negocios. Es un "win-win", como dicen.
Martín encendió su grabador, decidido a registrar cada palabra.
—Esto va a explotar tarde o temprano, Martín. Pero si alguien lo cuenta ahora, sos vos —dijo Josema, recogiendo sus cosas—. La gente tiene que saber cómo se manejan estos acuerdos, y más cuando están jugando con el país entero como si fuera su tablero de ajedrez.
Quedándose solo en la mesa, Martín observó el grabador como si ya pudiera escuchar el eco de su futura crónica resonando en las calles. Sabía que tenía en sus manos una de esas historias que revelan la verdadera cara del poder.
Mientras salía del café, los acordes de un rock resonaron en su cabeza. Parecía perfecto para cerrar este capítulo de su investigación:
¿Y ahora qué? ¿qué nos queda?
Elección o reelección, para mí es la misma mierda
Hijos de puta en el Congreso
Hijos de puta en la Rosada y en todos los ministerios
Van cayendo hijos de puta que te cagan a patadas.
La verdad estaba ahí, lista para ser contada. Pero como siempre, en esta ciudad, tenía un precio.