Penélope era considerada una figura de confianza entre los líderes locales del Comando Vermelho y tenía un rol activo en la defensa de puntos estratégicos de venta de droga y rutas de escape. En las redes sociales, había construido una imagen de glamour y poder: mostraba armas, drogas y lujos, al mismo tiempo que cultivaba una estética de “chica peligrosa” que seducía a miles de seguidores.

Su cuenta de Instagram —que acumulaba más de 50 mil seguidores antes de ser eliminada tras su muerte— era una mezcla de contenido sensual, videos en zonas controladas por el narcotráfico y mensajes desafiantes a la policía. En los barrios populares de Río, su figura se había convertido en símbolo de una generación atrapada entre la idolatría digital y la violencia de las favelas.

El operativo en el que murió la influencer forma parte de una ofensiva sin precedentes del gobierno brasileño contra las bandas narco que controlan gran parte de Río de Janeiro. Hasta el momento, los enfrentamientos dejaron más de 130 fallecidos y decenas de detenidos, en una muestra del nivel de poder que las organizaciones criminales mantienen en la región.

La muerte de Penélope expone la fusión entre redes sociales, narcotráfico y cultura de la violencia que crece en los márgenes urbanos de Brasil, donde la fama digital se mezcla con la vida delictiva y termina, muchas veces, con un final anunciado.